Blog de Héctor Santcovsky

un blog para reflexionar sobre política, sociedad y retos de futuro

29/5/21

 Indultos y liderazgo: el momento necesario

En “La Caja Negra” (1987) Amos Oz hace escribir a una de las protagonistas con una frase que define, en gran parte, donde nos encontramos hoy día cuando hablamos de polarización, y refiriéndose a una carta que le envía a su ex marido, dice que “….la curiosidad es más poderosa que el odio. O que tu odio necesita carne fresca”.

Es un buen ejemplo de donde nos encontramos hoy. La agresión, el ataque, la descalificación, la exhibición de la diferencia, la mordacidad, la detracción se han convertido en la moneda de cambio que faltaba al ya complejo mundo del populismo.

Es interesante observar que, pese al odio que ciertos actores políticos se profesan y demuestran, la curiosidad por conocer  del adversario sus reacciones, de como piensan, de como alientan ciertas emociones y enardecen a sus fieles, en una actitud que podríamos rayar de un “voyerismo” de la política que les rodea.

Ahora, con los indultos delante, nos volveremos a encontrar con una retahíla de comentarios apocalípticos que nos abocan hacia el fin del mundo.

Está claro que no es voluntad de la derecha no aprovechar esta magnifica oportunidad para agrupar voluntades contra el PSOE y, ya que estamos, contra Catalunya.

Está claro que tendrán como aliados incondicionales a la caverna mediática, la menos caverna, pero no menos inflexible, de opinadores de derecha, un buen puñado de dirigentes del PSOE y, por descontado, casi todos, menos uno, de los jarrones chinos.

Cierto es que el independentismo catalán, como de costumbre, no está por la labor. Ya sea desde una negatividad total en Waterloo, de una disconformidad manifiesta (ya sea táctica o estratégica) de los presos y, y por descontado, las salidas de tono “de que lo volveremos a hacer” poco ayuda a neutralizar la situación o bajarle decibelios.

Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que la soledad del gobierno, con un socio muy debilitado, con un hostigamiento en los espacios territoriales próximos, con un supuesto beneficiario que ignora la responsabilidad que representa esta decisión, no es una administración que pueda decir que va sobrada de aliados incondicionales.

Es por eso que lo que tocará ahora es ejercer si vacilaciones un liderazgo contundente, desacomplejado, firme y en esa perspectiva es clave no abrir otros frentes, no crear más contradicciones y actuar como un solo bloque. En eso será imprescindible que socios y soportes reduzcan críticas y se mantengan firmes en su apoyo. En este sentido aviso sobre todo a ERC.

En este sentido será imprescindible que el liderazgo de todos los actores del gobierno, y bajo la dirección del presidente, demuestre en su conducta firmeza, autoridad, empatía, convicción, responsabilidad, ponderación, paciencia, perseverancia, prudencia, y especialmente sinceridad y demostración fehaciente de honestidad en su decisión.

En ese sentido será necesario una comunicación directa con la ciudadanía y, por ende, se requerirá una estrategia simple, práctica y altamente verosímil para superar los no pocos escollos que presentará el muy próximo futuro. Pero todo estas dificultades no deben hacer retroceder ni limitar la decisión, sino redoblar aun más los esfuerzos y las iniciativas para conseguir los objetivos deseados, que no serán otros que darle un poco de sosiego y concordia a la ya maltrecha política española y, especialmente, la situación catalana.


8/5/21

 Un equívoco innecesario

El resultado de las elecciones de Madrid dejan muchos aspectos que se pueden convertir en aprendizajes, siempre y cuando haya voluntad para ello.

El primer aspecto a tener presente es el equívoco de denominar a todo lo que no concuerda con nuestra visión de mundo en elecciones equivocadas y, en algunos casos, despreciadas sin intentar entender el porqué se producen ciertas situaciones.

En el caso de Díaz Ayuso el denominarla cómplice del fascismo no ayudó nada a la adhesión política, no solo eso, aquellos que no ven ni en Ayuso ni el Vox al Klu Klux Klan ni Aurora Dorada no acaban de entender la inquina.

Este posicionamiento que excluye un análisis riguroso, ponderado, objetivo y con contenidos plausibles del adversario, sin encarar un verdadero encuadre analítico solo puede provocar que amplios sectores no reconocidos en ese enfoque crítico, apoyen, aunque más no sea por efectos de simpatía emocional, estas opciones que si de algo nos deberíamos cuidar es de su tendencia a la simplificación, la polarización, la crispación limitada y al esbozo de ciertas tendencias que podrían abocar en posiciones claramente iliberales. No se ha de olvidar que el iliberalismo es una posición muy cómoda para los que gobierna, pero también para mucha gente que no se siente especialmente atraída por un modelo de relación alejado de sus preocupaciones principales.

Si nos fijamos, hasta en el tono y pose dramática, de la mayoría de los líderes, especialmente el de Podemos, su posición siempre era de reñir al personal, propio y ajeno, de moralización constante, de definición en función de posiciones dicotómicas y excluyentes, de mucha postura sostenida en un modelo testosterónico – Fumaral dixit – que no sirve para incluir a los que no comulgan con ese modelo.

Sin ideología clara, solo con promesas “ilustradas”, empantanados en crisis permanentes con propios y ajenos, sostenidos mayoritariamente en el “show political”, no se consigue grandes adhesiones.

Muchos políticos y comentaristas se han sentido tentados a descalificar per se a Ayuso y a despreciar los motivos que generaron una gran adhesión. En ese sentido Miguel Angel Rodríguez ha demostrado mayor habilidad para colocar su marco mental. Él sí entendió que había que no había de pensar como el “elefante” – en alusión al discurso republicano de USA – sino ofrecer aquello que se emparentaba con un cierto margen de libertad delante de una agresión del entorno difusa.

El objetivo era hacerla corpórea en el gobierno – al cual en el fondo se le responsabilizaba de la pandemia, y de aquí el decir “si yo gobernase el 100% estaría vacunado” – y sobre todo producir un fenómeno retórico de sinécdoque con la libertad que engloba lo que cualquiera desearía escuchar: libertad para salir, para cenar, para encontrarse con amigos, en un procesos de multisignificación que resumía el sentir colectivo.

En cambio decir democracia o fascismo, sobre todo para una gran parte de la generación votante, era un conjunto hueco.

Solo una observación importante. Esto ha pasado en un sentido, pero haría bien la candidata del PP no fiarse del préstamo. De los 65 diputados muchos más de la mitad podrían ser prestados, por la abstención, por el centro – izquierda, por Vox, por ciudadanos por descontado. Nadie ha de creer que esto es irreversible. Cada día el voto será menos fiel. Pero la volatilidad de la adhesión no se conseguirá recuperar sin una estrategia que se abra a las necesidades objetivas y a un marco mental que permita recuperar un votante que sus expectativas ya no son las que definieron el modelo de una izquierda que necesitará nueva interacción con la ciudadanía si quiere volver a tener la hegemonía social y política del país.


2/5/21

 

Otras lecciones sobre el capitalismo

 

La publicación del libro “La tiranía del mérito” en el medio de la pandemia ha venido muy oportunamente a ocupar un lugar sobre una de las principales lecciones que esta trágica e inédita situación social y sanitaria ha traído a nuestra realidad.

Como en ningún otro momento reciente de la historia el papel del sector público, pero muy desde la perspectiva del “bien común” – no desde la intromisión que plantean respectivamente los modelos estatistas o ultraliberales – la necesidad que el estado intervenga de manera contundente se ha demostrado imprescindible para atajar y contrarrestar los efectos más complejos de la situación creada.

En ese contexto son importantes diversas aproximaciones, entre las que destaca especialmente el trabajo del filósofo Michael Sandel del libro antes citado.

Tomamos la excusa de su obra porque lo que entra en el debate es la necesidad de posicionarnos delante de la ortodoxia del libre mercado, religión sagrada del pensamiento neoliberal, pero también de muchos de los ideólogos de la tercera vía, especialmente en la obra y acción de Tony Blair. No por nada cuando Miliband tomó el liderazgo del “Labour” la obra de Sandel  ayudó a criticar el sistema vigente con una definición muy gráfica que retrataba contundentemente al modelo: “capitalismo depredador”.  

La situación que deriva hoy en día de lo que ha provocado el populismo, el modelo iliberal y el posicionamiento radical de ciertos movimientos políticos actuales exige superar esta grave situación que podemos calificar de polarizada, extremista, contaminante del clima social y político, ponzoñosa, lesiva, nociva y malsana.

El problema radica en encontrar los mecanismos de superación de esta situación, de la cual muchos responsabilizamos el propio posicionamiento de las tendencias progresistas

El discurso y su libro del mismo año, Lo que el dinero no puede comprar, ayudó a inspirar la crítica de Miliband al “capitalismo depredador”, que fue la contribución distintiva del líder laborista al debate político posterior al colapso en Gran Bretaña.

Lo que el dinero no puede comprar selló el estatus de Sandel como quizás el crítico más formidable de la ortodoxia del libre mercado en el mundo de habla inglesa. De hecho su excelente crítica ha puesto sobre la mesa el debate sobre los diversos aspectos que configuran el “core” del discurso liberal.

Su severa crítica a la forma que el bien común ha dejado de estar en el epicentro del discurso social y cívico exige repensar como abordar la realidad de la gente y, especialmente, reflexionar como volver a poner en circulación un fuerte componente social alrededor de la cosa colectiva, la solidaridad, la justicia, la igualdad, el empoderamiento, las políticas por la inclusión social.

La cuestión de cómo revivir estas virtudes cívicas se encuentra en el corazón del nuevo libro de Sandel, publicado este mes. Como los comentaristas estadounidenses advierten sobre una elección de “Armagedón” en un país dividido, ¿cómo se puede revivir una vida pública menos resentida, menos rencorosa y más generosa? El punto de partida, incómodamente, resulta ser una hoguera de las vanidades que sostuvieron a una generación de progresistas.

Para el discurso de los incondicionales de Barack Obama, Hillary Clinton, Tony Blair y Gordon Brown, será una lectura desafiante. Al defender una "era del mérito" como solución a los desafíos de la globalización, la desigualdad y la desindustrialización, el Partido Demócrata y sus equivalentes socialdemocrátas europeos, argumenta Sandel, “colgaron a la clase trabajadora occidental y sus valores, con desastrosas consecuencias para la población”.

La izquierda se aferró al modelo de la igualdad de oportunidades y en el fondo el reclamo del mérito como forma de reclamar que la igualdad era posible.

La realidad demuestra que la desigualdad no se reduce, que el mérito no es condición suficiente para la promoción social y laboral, que los orígenes sociales son determinantes para el posicionamiento personal y que el talento no es condición suficiente para obtener una recompensa laboral, económica, social y de satisfacción de expectativas personales.

Si bien Blair, Obama, Macron, la socialdemocracia europea reclama que se han de dar condiciones para poder progresar. Eso nadie lo pone en duda, pero los datos están allí y los más pobres, por más que cuenten con una educación adecuada pero no todas las oportunidades se brindarán.

Sandel aporta que “la reacción populista de los últimos años también se ha debido a una revuelta contra la tiranía del mérito, como la han experimentado quienes se sienten humillados por la meritocracia y por todo este proyecto político”.

Respecto a los supuestos meritocráticos que han sellado moralmente a una sociedad de ganadores y perdedores abre un debate a tener presente y es el replantear el modelo de sociedad y el modelo laboral.

El mejor ejemplo que hoy día tenemos es la entrega de los profesionales que han sacado adelante los problemas de la pandemia, médicos, sanitarios, empleados de supermercado, transportistas, fuerzas de seguridad, profesores y profesoras, todos y cada uno han aguantado esta crisis y han demostrado que ha primado el bien común por sobre el egoísmo de las carreras profesionales, de ser ganadores, de triunfar a toda costa, sobre todo bajo la lógica neoliberal que requiere que para que unos ganen otros, la mayoría ha de perder.

Aquí es donde cabe hacerse una reevaluación total de como se recompensa, premia, reconoce socialmente el bien común. ¿Tiene sentido que un bróker gane 10 o 100 veces más que un cirujano, basándose sus beneficios en las finanzas especulativas? Se entiende en esa perspectiva el primer esfuerzo que está haciendo Biden con sus medidas impositivas.

Eso significa poner patas arriba sistemas de promoción, convertir la universidad en un espacio de conocimiento y oportunidades. Y eso significa revalorizar el rol de la formación profesional y de los valores del trabajo, y también de la solidaridad y la búsqueda del bien común.

En síntesis el pensamiento de Sandel aboca a que la izquierda repiense el modelo meritocrático, modelo que se ha convertido en el credo de facto tanto del centro-izquierda como del centro-derecha en Estados Unidos y en Europa con la creencia de que  aquellos que "cumplen con las reglas" deberían poder "elevarse hasta donde les lleve su talento y trabajo duro".

Es por eso que toca ahora repensar el modelo de igualdad que se propugna desde la izquierda. No solo la sociedad meritocrática es la respuesta a la crisis de desigualdad. Cabrá estimular modelos de empoderamiento de todos y cada uno de ciudadanos y ciudadanas para poder realizarse personalmente y poder disfrutar del bienestar y la calidad de vida que toda la población se merece y le corresponde.



 

El discurso de la política actual y los universos narrativos

Las elecciones en Madrid se han convertido en una buena excusa para profundizar sobre los universos narrativos en los discursos políticos.

En el excelente (para aquellos que apreciamos la literatura de Borges) dos textos vienen a cuento de algunos de los debates actuales. Por una lado en "El jardín de los senderos que se bifurcan" así como en el ensayo El idioma analítico de John Wilkins,​ ilustran, desde perspectivas diferentes la situación en la que vivimos.

Así la propia idea de tiempo  no es uno y unívoco, sino que es una dimensión múltiple e infinita. La metáfora del jardín de los senderos que se bifurcan es adecuada para el tiempo: cada sendero es una línea temporal que a su vez se ramifica en infinitos senderos. Por lo tanto las narraciones varían en función del lector, de su posición, de su observación, de su voluntad, pero también del azar.

El segundo cuento en el cual se escribe que los animales se clasifican en diferentes formas,  pero en cualquier caso desde la arbitrariedad más absoluta (a título de ejemplo los animales se clasificarían (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas,....(k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón,.....) permite concluir al autor en dicho relato que "(...) notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo".

Tanto el primer cuento que plantea una situación seguida de caminos que se pueden ir articulando en diversos destinos, como en el segundo que los ojos y miradas del observador se conformarían de manera adecuada a su particular visión de mundo, sumado a aquello que George Lakoff llama "una taxonomía particular" o sea una clasificación semántica dependiendo de los usos vernáculos o de las costumbres narrativas de los entornos, hacen que los discursos se articulen en función de unos intereses y unas percepciones sesgadas y en cierto sentido sectarias y excluyentes.

El problema radica en que, más allá de la auto credibilidad por parte de los actores de sus propios discursos, en el fondo lo que sí se genera es un discurso que se lo acaban creyendo y que combina plenamente con los intereses más limitados de los emisores. 

Esto hace que la narración se divida en una multiplicidad de universos narrativos, los cuales, a su vez, generan el marco de nuevas bifurcaciones y que brindan una base de estructura de enunciación que permite armar un modelo de discurso básico donde se van alterando las piezas, pero siembre desde la perspectiva de una visión global.

En ese contexto el rompecabezas se arma en base a definiciones estrictas, arbitrarias, que dando lugar a diversas posibilidades, buscan en su destino llegar a aquello que se proponen. 

¿Y en el caso de las políticas "populistas"? La campaña de Madrid es el ejemplo. Da igual de lo que hablo, no me muevo del guión. Pero el guión, a diferencia de otras campañas, se basa en una clasificación concreta del como y el que decir. 

Diversos autores introducen las propiedades de este discurso. Por ejemplo Verónica Fumanal en El Periódico del 2 de mayo de 2021 propone 4 componentes: discursos testosterónico; provocación, desafío, desdén, rechazo; negacionismo y mentira cuando la realidad no cuadra con sus intereses; crítica a las instituciones con pensamiento dicotómico, buenos/malos, ellos/nosotros, pueblo/elite, izquierda - comunistas, chavistas, castristas /libertad,......

el politólogo chileno Mauricio Rojas plantea cinco condiciones: La primera de estas ideas del discurso populista es “la contraposición maniquea entre pueblo y élite”. “El pueblo es puro y representa la verdadera nación, pero vive bajo la dominación y el engaño de ‘los de arriba’, es decir, de la élite que es corrupta y explotadora”.

La segunda idea es “asociar la élite nacional a un enemigo foráneo” derivado de  usando  ‘la mundialización salvaje’”.

La tercera idea es “la metáfora apocalíptica”, que hace que “en el imaginario populista el abismo nunca está lejos”.

La cuarta idea es “el elemento mesiánico”, en la función del líder.

La quinta y última idea es la articulación del mensaje populista como “discurso generalizado de protesta”.

Y para que funcione tienen que operar tres condiciones

- Formas pleibiscitarias, tipo referéndum o similares.

- Protagonismo del líder, con una historia épica.

- Riesgo de inestabilidad. 

Y seguramente la más importante crítica y ordenación provenga de Pierre Rosanvallon (El Siglo del Populismo). Este autor recoge cinco ideas centrales en el discurso populista:

- Una teoría del pueblo basada en el "ellos y nosotros", pueblo versus élite, de la clase al "pueblo". En Trump la alianza de clases se veía clarísimo.

“Una teoría de la democracia: directa, polarizada, inmediata, combinada con el culto del referéndum y la apología de la democracia directa”.

- La idea del hombre pueblo.

Una política y una filosofía de la economía: el nacional-proteccionismo.

- La primacía y hegemonía del "debate emocional" sobre el debate ideológico, con inclusive señales de identidad difusas pero contundentes. (¿Qué es ser de Madrid?, América "first", Democracia o Fascismo....

Pero no debemos dejar de añadir que la principal aportación de Rosanvallon es ser objetivo, ser exhaustivo y riguroso, actuar con una cierta frialdad de opinión, no meter todo en un mismo saco porque justamente la debilidad ideológica hace que cada propuesta sea diferente, pensar que no vamos, en principio, hacia los años 40 sino el riesgo es la democracia iliberal y por último que al populismo no se le combate con menosprecio o desdén - Clinton - sino con alternativas al sustrato real y efectivo de su crítica: la falta de una democracia participativa, comprometida, solidaria, capaz de rendir cuentas y con vocación de transformación social.

Volviendo al principio, la arbitrariedad es el fuerte del discurso populista, la taxonomía de sus críticas es difusa y aleatoria, sus propuestas son de la bifurcación narrativa constante. Miremos a Borges, al menos para que nos ilustre y cambie un poco nuestra visión del problema, rompiendo los dogmas interpretativos que a veces tienen atenazada a la izquierda intentando encontrar una racionalidad que no siempre es ni tan clara ni tan objetiva.

 

El siglo del populismo - Rosanvallon, P. (Galaxia Gutenberg, 2020)

Rosanvallon s’enfronta al populisme des del rigor, la profunditat de l’anàlisi i la valentia de les propostes en el llibre més complet que s’ha escrit fins avui d’aquest fenomen polític.

Abordar “El siglo del populismo” és una molt bona manera d’entrar en una de les temàtiques que avui dia formen part dels principals debats polítics: el populisme.

Tenint això present, si haguéssim de resumir aquesta obra de P. Rosanvallon en una sola  frase diríem que el populisme ni és l’antítesi de la democràcia ni tampoc la panacea que resoldrà tots els seus problemes, però que el que sí que fa és  posar de manifest que el sistema té molts problemes que no s’han abordat amb la decisió i la contundència necessàries per esvair els fantasmes que ell mateix genera, i potser també generar un debat útil per a resoldre les contradiccions, confrontacions dialèctiques i dilemes que la democràcia avui genera.

P. Rosanvallon té una extensa obra al voltant de reptes de la democràcia, d’entre les que destaquen, i lliguen amb aquest treball, “La legitimidad democrática: imparcialidad, reflexividad y proximidad” (2009) i “Integridad y transparencia, imperativos de una buena gobernanza” (20016).

 Amb això vull indicar que l’autor no és una persona que hagi entrat ara casualment o ocasionalment en aquest debat, sinó que des de fa molt de temps intenta entendre des de la filosofia política l’esdevenir de les democràcies a occident. Com a pensador pertany al grup que més aporta en el debat sobre el tema i que entén el populisme com una patologia de la democràcia i, a diferència d’altres pensadors i crítics, la seva aproximació parteix de la idea de la necessitat d’entendre el fenomen i no reduir-lo de manera simplista a un extrem del sistema i com si fos un assumpte passatger, i eventualment de curt recorregut i poca fonamentació.

La intenció de Rosanvallon amb aquest llibre és proposar un cert ordre en el debat al voltant del populisme, no eludir cap formalització conceptual i realitzar un recorregut històric i conceptual que permeti entendre la realitat d’aquest fenomen. Aquest enfocament fa que algunes de les crítiques d’aquest llibre el considerin massa tou, afirmant que el que tocaria des de les postures socialdemòcrates seria criticar sense pal·liatius aquest moviment polític. Per a l’autor aquest no és un enfocament correcte i per això en l’articulació teòrica del llibre es nega, amb tota la raó segons el meu criteri, a practicar qualsevol reduccionisme ideològic al qual tant es presten les crítiques apriorístiques en general. Al contrari, proposa prendre seriosament el populisme i no restar en una posició de crítica radical, denúncia, negació de la realitat, posició indignada i enfadada, o simplement ignorància des d’una “certa arrogància”. L’autor proposa veure en què es basen i fonamenten les crítiques  a la democràcia actual i identificar-ne les debilitats i fortaleses per atacar i passar a la contraofensiva oferint alternatives.

Amb aquest objectiu, l’obra s’organitza en cinc apartats: una introducció, extensa, completa i molt didàctica, tres components que formen el corpus del text (i amplien la introducció) al voltant de tres aproximacions: la més “descriptiva” que anomena “Anatomia”, una segona que es dedica a la “Història” i un tercer component al qual anomena “Crítica”, tres títols prou significatius del seu contigu. Finalment tanca amb un apartat de conclusions que anomena “L’esperit d’una alternativa” i que, segons el meu parer, és el més limitat (el que demostra, valgui la situació, justament perquè ha reeixit el populisme arreu) tot i que no escatima en propostes respecte a la magnitud del repte que ens planteja fer front al pensament populista.

Així, en aquesta obra, Rosanvallon (a diferència d’altres autors) no fa un simple al·legat contundent en contra del que passa, sinó que argumenta que per condemnar i confrontar el populisme amb efectivitat precisament s’han de defugir les crítiques simplistes i en canvi se l’ha de conèixer amb profunditat, identificar les seves febleses, i particularment les seves argúcies més demagògiques – en especial les fakes – i proposar un model alternatiu. En aquest sentit, el llibre fa un recorregut històric i teòric del concepte exhibint una veritable valentia intel·lectual que s’expressa en tres aspectes: la voluntat d’entendre exhaustivament el fenomen - fins i tot històricament -; la vocació de debatre conceptualment amb altres teòrics, especialment els d’esquerra que justifiquen aquest moviment polític; i per últim el compromís que manifesta d’oferir una alternativa política com a forma efectiva amb referències concretes de millora del projecte democràtic.

En aquest món globalitzat, afectat avui dia de manera dramàtica i inèdita per un “enemic” totalment desconegut com és la covid-19, en la que les oposicions est-oest ja no tenen la mateixa dimensió i pes que abans, en què l’amenaça terrorista o de daltabaix econòmic i financer aguaita a cada cantonada, no és estrany que els sentiments d’angoixa, malfiança i rebuig a la política provoquin situacions en les quals emergeixen noves respostes, simplificades, moltes vegades inconsistents, demagògiques i amb alt impacte emocional que provoquen que el populisme, en qualsevol dels seus vessants, prengui forma i aconsegueixi arreu una forta adhesió als seus postulats. És en aquest context doncs en el que Rosanvallon fa la seva aproximació, que de tota la literatura existent pren la dimensió de ser la més realista, rigorosa en termes de les ciències socials i també de compromís polític, combinació no sempre freqüent en les crítiques a aquest posicionament polític.

Per començar, i en relació amb el mateix concepte, a la seva “Anatomia” o la seva cartografia, l’autor diu que és una paraula elàstica, “de goma” i que podríem dir que en un cert sentit pots representar quasi un polisemantema, ja que diverses concepcions el veuen diferent segons el marc ideològic des del qual se’n formulin les observacions. Des de fa alguns anys, la paraula populisme s’ha incorporat al vocabulari dels mitjans i fins que s’ha tornat omnipresents en converses més o menys erudites o a les xarxes. El terme pot sonar a novetat per a uns o omnipresent per altres (en qualsevol cas s’ha convertit en una arma llancívola), és tan adaptable que pot servir per a usos múltiples, fins i tot ben utilitzat ha servit per descriure realitats històriques molt diferents i en no poques vegades té connotacions pejoratives, fins i tot d’estigma, no sempre aplicades amb justícia.

L’autor argumenta que la seva plena incorporació al llenguatge polític o periodístic és resultat de l’aparició d’un nou model de “fer política”, de la necessitat de qualificar una situació nova en el cicle polític que es fa molt més palesa al segle XXI (d’aquí el títol del llibre) però especialment a partir de 2008-2010. Avui dia, doncs, qualsevol argumentació de desqualificació de l’adversari utilitza el populisme com a concepte i serveix de descriptor de polítiques que van de Chávez a Bolsonaro, de Trump a Putin, de Podemos a Vox. I no poques vegades entre Pedro Sánchez i Pablo Casado hem sentit acusacions recíproques de “populista” amb relació a certes propostes.

El que és real, i això és l’important, és que el populisme està tenint una “espectacular progressió a tot el món”. Els perdedors de la globalització representen als seus principals clients, però no són els únics. Armilles grogues, 15 M, xenòfobs de diversa procedència, fonamentalistes religiosos, il·liberals d’arreu, esquerres antisistema, tots fan “quelcom” de política que es pot entendre com populista. El fet és que la incapacitat de la política (tant d’esquerra com de dreta) per resoldre els problemes vigents ha ajudat notablement a aquesta expansió. El desencantament ha estat i seguirà sent el brou de cultiu d’allò que Rosanvallon anomena amb raó “la ideologia ascendent del segle XXI”. Aquesta i les potencialitats que ofereix avui dia la tecnologia (twitter, facebook, telegram....) per una ràpida i simplificada difusió de missatges sense argumentaris, que busquen directament les emocions i sentiments, conformen les raons principals que dibuixen l’èxit actual d’aquesta, teòricament, nova política.

En aquest sentit cal considerar que l’eclosió del fenomen del populisme en els darrers anys, però especialment amb l’arribada de Trump al poder, ha provocat una allau de teories, opinions, tesis i aproximacions conceptuals diverses que naveguen entre dues posicions enfrontades: d’una banda els que consideren que aquesta forma de fer política és un atac directe a la democràcia i de l’altra els que la reconeixen com la màxima expressió del model democràtic, o com a mínim d’una democràcia el més directa i plena possible. Aquí l’autor introdueix de manera especial la idea que tots els moviments populistes sempre, en algun moment, reclamen el paper del referèndum per “consultar directament al poble” i obviar els mecanismes de representació més representatius o republicans, que ens ajuda a veure com han actuat des d’Orban a Puigdemont (i Artur Mas) amb les peticions de referèndum i amb el caràcter plebiscitari de cada elecció.

Una de les idees-força d’aquest llibre recent és que ens hem de prendre molt seriosament el populisme perquè és una expressió que es troba tant en els punts extrems de la dreta com de l’esquerra de l’espectre polític, però no només: ha acabat contaminant totes les formes de fer i exercir la política. D’aquí la riquesa de la seva aportació, ja que l’autor estudia el fenomen des de diferents angles, prenent com a punt central la noció de democràcia i la seva evolució des de les revolucions que funden la Modernitat fins als nostres dies. El seu enfocament supera la majoria dels llibres sobre aquest tema, centrats a caracteritzar i descriure als votants o l’anàlisi del símptoma en les seves manifestacions més evidents: desencant, desigualtats, invisibilitat de la ciutadania, angoixa pel futur, menyspreu de les noves generacions pel fet polític, incredulitat envers les propostes dels dirigents, descrèdit manifest dels governants i aparició de nous termes per definir el que abans en dèiem l’establishment -sense saber molt bé el seu significat- i ara la “casta”.

L’originalitat de Rosanvallon rau a escoltar el que és realment el fenomen, en quines arrels de la societat i economia se sosté, quines són les seves expressions racionals i irracionals, especialment en termes de sentiments d’adhesió i odi als adversaris i propis; i si existeix o no una alternativa mobilitzadora i reconstructiva d’un nou model democràtic.

També dedica una bona part del text a debatre amb el pensament d’esquerres liderat per Ernesto Laclau i Chantal Mouffe (tan importants en la fundació de Podemos i després de Más Madrid). Uns autors que, amb part de raó, han criticat i acusat  l’esquerra-establishment de complaença i integració en la “casta” i la partitocràcia.

L’anàlisi crítica del llibre es basa en el fet que la fortalesa del populisme, entre altres factors, rau en la seva tendència a la simplificació, l'homogeneïtzació, la resolució dels conflictes per la via de les solucions dicotòmiques i polaritzades. Això que li permet a l’autor fer referència a les tres tipologies de democràcia que existeixen segons el seu parer: la democràcia minimalista, en què l’únic rol atribuït a la ciutadania és l’elector i que degenera fàcilment en una oligarquia electiva; l’essencialista, d'inspiració marxista, que denuncia la mentida de la democràcia formal, que degenera en totalitarisme; i la democràcia polaritzada, terreny propi del populisme que degenera en una “democradura” en modificar les institucions per crear un règim “irreversible” (del que un bon exemple serien actualment les derives de països com Veneçuela i Polònia amb les seves intervencions en el tribunal constitucional, per exemple).

Aquest darrer model és paradoxalment el fruit de la reivindicació per part del populisme d’un procés de regeneració democràtica mitjançant l’increment de les consultes a la població (referèndums), una aparent major redistribució de la riquesa i la consolidació del model entorn de la figura del líder que en si mateix encarnaria al denominat poble (aquí menciona explícitament a Trump), qüestionant l’eficàcia dels partits per a resoldre les situacions d’exclusió, precarietat, marginació, etc., i reforçat en un conjunt d’afirmacions sostingudes en fakes de tota mena.

Un dels mèrits de l’aportació de l’autor és doncs l’esforç per entendre perquè esdevenen aquestes polítiques populistes, i perquè es materialitzen en allò que anomenem il·liberalisme. Generalment s’acusa el populisme de deriva autoritària, però per més justificada que sigui, explica Rosanvallon, aquesta crítica només convenç els que estan convençuts. Perquè combatre al populisme no es pot fer amb eines antigues i qüestionades: aquest avui ja no proposa substituir la democràcia per una dictadura, com als anys trenta, sinó que afirma tenir una forma democràtica superior, basada en la sobirania popular expressada pel referèndum i amplis “consensos” socials (o com diu Putin, una democràcia “sobirana” (sic) davant d’un liberalisme obsolet). Per això, la confrontació amb el populisme ha de tenir una naturalesa diferent.

Un populisme que és la demostració de la incapacitat i feblesa de la democràcia actual per donar respostes pràctiques i realitzables a curt termini a moltíssimes carències sobretot d’injustícia social, de discriminació de sectors exclosos per canvis tecnològics i socials de gran importància, de precarietat laboral, de generació d’ocupació. Si no és així, no s’entén l’evolució de votants comunistes a França a l’òrbita dels Le Pen.

En relació amb els continguts específics de descripció, el primer que exposa l’autor, després de la llarga i molt didàctica introducció a la que acabem de fer referència, és el que anomena "anatomia" del populisme, on identifica les seves característiques principals i després se centra en la seva història amb desenvolupaments rics i profunds. A continuació, formula les dues objeccions principals que es poden plantejar al populisme, especialment quan es reivindica com l’únic i genuí representant de la gent, ja que els partits actuals estan arrelats en un sistema corrupte, elitista, distant de les necessitats i de la voluntat del “poble”.

Per rebatre aquesta idea simplificada del “poble”, l’autor afirma que la gent, en primer lloc, no és l’entitat homogènia i unida amb una clara voluntat d’acció comuna de què parlen els populistes. La societat no es divideix en una elit prima, artificial i corrupta a la qual s’oposa la resta de la població. El poble també és heterogeni i té interessos contradictoris, i pertinença a diferents classes que no persegueixen els mateixos objectius i compten amb una diversitat de corrents polítics o ideològics que els travessen. Per això afirma que els populistes no representen el poble sencer, sinó una de les seves fraccions, la legitimitat de la qual no és necessàriament superior a la d'altres components de la població. La retòrica populista, si guanya, negant aquest pluralisme, corre el risc d’opressió o de discriminació d’una part de la població. És el risc dels models il·liberals que posen en qüestió els pilars democràtics que, recorda l’autor, en són dos: la sobirania popular, per descomptat, però també les normes fonamentals del dret, que asseguren la llibertat dels individus o l’autonomia dels corrents minoritaris, en el marc de la llei. Tan bon punt arriben al poder (Trump, Orban, Bolsonaro), els populistes sempre intenten reduir els marges de la llibertat i la democràcia i garantir així que amb el temps la seva dominació sigui irreversible.

La cultura populista s’expressa entorn de 5 elements: una concepció del poble; una teoria de la democràcia; una modalitat de representació; una política i una economia; i un règim de passions i emocions. Aquests 5 components creen una filosofia que cal combatre i contrarestar i per això Rosanvallon introdueix la noció de "refundació democràtica” amb l’objectiu de constituir una oferta alternativa forta a l'oferta populista" a partir de la formulació de diverses vies més enllà del sufragi: consultes freqüents, assemblees “interactives”, sorteigs, vigilància ciutadana, és a dir, l’establiment d’una “democràcia d’apropiació” que restableixi el lligam distès entre governants i governats. En definitiva, per combatre el populisme, estendre els drets de les persones.

El populisme és sobretot una forma límit de la democràcia que busca resoldre la indeterminació que li és pròpia mitjançant un conjunt de simplificacions: el democràtic es redueix a la prova de les urnes, la representació es redueix a la identificació amb un líder que encarna al poble, l’expressió del poble es redueix a la seva comunicació sense intermediaris amb el poder, la seva sobirania es condensa i la diversitat de la societat es redueix a una dicotomia entre “nosaltres” i “ells”. És veritat que la primera simplificació, el democràtic reduït a l’electoral, és un tret també present a les democràcies mínimes en les quals el ciutadà té el modern rol de simplement elegir a qui decideix per ell. El populisme reclama una major expressió de la voluntat popular, però no deixa d’acompanyar-se en la votació, plebiscitària en aquest cas, com el fonament de la democràcia. Una altra conseqüència d’això és l’exaltació d’una sobirania popular que conjuga l’híper electoralisme amb una economia proteccionista, amb una invasió de les institucions i amb un líder que encarna al “poble”.

Però no és menys cert que el populisme – malgrat el que diuen alguns dels seus detractors que practiquen en el fons un cert elitisme intel·lectual – posa en debat molts aspectes que ens han d’ajudar a entendre nous fenòmens emergents: el perquè dels moviments -juvenils moltes vegades- antiestablishment, la polarització dels debats, les formes passionals de l’expressió política, les teories negacionistes de realitats existents..., el que l’autor denomina el populisme difús.

Com enfrontar-se doncs a aquest monstre polític populista que ja conviu còmodament entre nosaltres? Certament, la tasca és tan complexa com ho és la pròpia democràcia. En la darrera part del llibre i a tall de conclusions, Rosanvallon proposa desgranar mesures amb aquesta finalitat partir d’una interessant reflexió que fa notar que si bé moltes vegades les crítiques populistes estan carregades de raó, les seves propostes, en el cas des de la dreta, són normalment simples, poc rigoroses, i en molts casos temeràries, si no inviables i amb components perillosos de naturalesa xenòfoba, excloent, i a vegades racistes i, en el cas de l’esquerra, tampoc abunden les propostes coherents prioritzant sovint les posicions provocatives, sobretot en el camp econòmic, i negacionistes de realitats paleses. No és fàcil trobar la resposta, però es tractaria de  “refundar” l’activitat ciutadana i les institucions democràtiques.

La seva proposta és superar les visions dels tres tipus de democràcia abans esmentats (la democràcia límit, l’essencial i la polaritzada) expandint el model democràtic en “els seus modes d’expressió, procediments i institucions” perquè “la veritat de la democràcia no rau en la seva perfecció sinó en la superació de les seves imperfeccions i només és possible apropar-se al seu ideal superposant les seves diferents aproximacions, sumant totes les modalitats separadament imperfectes que és possible tenir presents, per donar-li forma”. El programa, la confiança, l’estructuració social clara, que formaven part essencial del discurs democràtic tradicional ha entrat en crisi, però apel·lar a l'“home-poble” o “partit-poble” no resoldrà el problema.

Alguns principis com la paritat, les primàries, l’elecció per part de les bases polítiques dels representants de manera directa, van en la bona direcció, però no són suficients per superar el dèficit democràtic actual i contrarestar els efectes de la crítica populista. El que cal és construir un mode de progrés democràtic el que implica fer sempre més “complexa la democràcia", ja que convé recordar que “la democràcia és sobretot un règim que no para d'interrogar-se a si mateix sobre si mateix”. És a partir d'aquest esforç i d'aquesta lucidesa democràtics que el projecte populista podrà perdre el seu atractiu. Despertar les emocions democràtiques, és finalment la seva resposta.

No sembla un camí gens fàcil perquè la polarització, d'una banda, i la "unanimitat" (o "simplicitat") com a discurs dominant, de l'altra, s'imposen. Però si de complexitat i simplicitat de la democràcia parlem, cal citar aquí el també recent llibre de Daniel Innerarty (“Una teoria de la democràcia complexa”, 2020), on, entre moltes altres coses, exposa que "només una democràcia complexa és una democràcia completa”. Coincidències, encara que també dissensions, en la manera de veure el problema entre aquests dos pensadors.

En definitiva, les solucions, segons el parer de Rosanvallon, consisteixen a augmentar i multiplicar les modalitats i expressions democràtiques, en promoure una "democràcia interactiva" fins al desenvolupament d'una "representació narrativa", en posar en marxa instruments ciutadans de control ("l'ull del poble"), en l'exercici d'una ciutadania activa. Es tracta de superar l'"entropia democràtica” reforçant el vincle entre representats i representants mitjançant el que podríem anomenar una democràcia interactiva, instal·lant dispositius permanents de consulta, fent presents en l'escena pública les realitats viscudes pels ciutadans. En aquest sentit, la «democràcia» no només voldria dir sobirania del poble, sinó que voldria dir construcció d’una nova narrativa, aposta per la deliberació pública, designació d'electes, i també significaria abordar les situacions específiques de la gent i aprofundir en la rendició de comptes. Cal que “la sobirania del poble” s’expressi en tota la seva complexitat – diu l’autor – més enllà dels actes electorals.

No necessàriament la visió dels electes i dels electors és la mateixa respecte a la significació de la democràcia. Per a aquests últims és el dret a ser escoltats, a consultar-los, a que els seus representants assumeixin les seves responsabilitats, a que no hi hagi impunitat quan es cometen errors, a criticar severament la corrupció, a que la transparència sigui l’eix central que fonamenta la rendició de comptes constant davant la ciutadania. Conclou també l’autor que una “democràcia d'exercici” hauria de ser vista en dues direccions, és a dir amb principis que han de marcar les relacions entre governants i governats. Uns principis regits per tres axiomes mínims: elegibilitat, responsabilitat i sensibilitat. Un altre aspecte necessari seria la definició clara de les qualitats personals requerides per ser un «bon governant» però no producte d’un prototip o retrat robot sinó basades en l’honestedat, la integritat, la imatge de veritat, allò que els grecs anomenàvem la parresia (franquesa màxima en la comunicació política).

És sense dubte un conjunt de propostes ben dirigides i ben intencionades però d’un recorregut més que complex en l’arena política. En qualsevol cas s’ha de reconèixer el veritable esforç de Rosanvallon per abordar la realitat emergent del populisme sense prejudicis i amb criteris objectius, des d’una anàlisi rigorosa i amb voluntat propositiva. I en darrer terme representa una visió política que recomana que, si volem combatre eficaçment aquesta ideologia, cal ser responsable i assumir seriosament que l’esquerra, socialisme inclòs, ha d’emprendre mesures d’àmplia renovació en el discurs i en les  polítiques per tornar a comptar amb una democràcia representativa, participativa, compartida per una societat més inclusiva, justa i solidària.

 

H.S.

 

Pierre Rosanvallon (França, 1948), és un filòsof polític i historiador amb una amplíssima trajectòria acadèmica i intel·lectual que combina amb una llarga militància socialista (primer al PSU i posteriorment al PSF) i sindical (CFDT). Ha escrit més de 30 obres, d’entre les que destaca “La société des égaux”, Seuil 2011 (“La sociedad de los iguales”, RBA 2012), i des de fa uns anys dirigeix l’ambiciosa plataforma de reflexió política francesa i europea “La république des Idées”.