Blog de Héctor Santcovsky

un blog para reflexionar sobre política, sociedad y retos de futuro

26/12/07

Política, ética y comunicación

Pocas veces hemos encontrado en los últimos años una banalización tan fuerte en la política como la que estamos observando hoy en día. Cualquier noticia rápidamente es trasladada del campo del significado a un amplio dominio de significantes equívocos que normalmente lo que buscan es la exposición fáctica del hecho, y la presentación de la realidad como un acto de comunicación próximos al show bussines, cuando no simplemente una mera exhibición grotesca en la cual intervienen sujetos que lo único que pretenden es estar en el centro del candelero.

Salvando enormes distancias entre dos políticos con proyectos radicalmente opuestos, nadie duda en entender qué tanto Chavez como Sarkozy han hecho de su gestos una forma de comunicar sus políticas. Si volviésemos a tomar en consideración en toda su magnitud la frase del medio es el mensaje, no cabe duda que estos dos mandatarios estarían mucho más emparentados pero que hoy en día ellos supone.

Más grave es aún la situación cuando nos referimos a las tragedias humanas. Es hoy en día redundante, al menos por mi parte, describir lo escatológico y morboso que representa el tratamiento de las noticias que conllevan la información sobre guerras, atentados terroristas, y a veces hasta simples catástrofes naturales. Ya conocemos la explicación del mundo periodístico que siempre se reduce a dos afirmaciones: el ser humano es morboso por naturaleza y todo aquello que le remite a ese significante llamara la atención y por lo tanto cumpliremos el objetivo de informar. La otra gran razón es la que siempre decimos: una imagen vale más que 1000 palabras, y de esa manera tratamos la conciencia dormida del ciudadano respecto a tragedias que se dan a 10.000 km de distancia.

Estos razonamientos son impecables, y hoy no toca en este espacio rebatirlos porque seguramente sería muy fácil demostrar que con los mismos contenidos habría alternativas de información. Pero eso siempre hace referencia a matar al mensajero, cuando en realidad la perversión están el mensaje: ya sea una exhibición grotesca de los actos políticos, ya sea un escaparate de la vida personal de estos actores, como si fuesen parte del star system, o simplemente en ningún caso la información sirve para fomentar las tragedias, y en eso si tienen razón, al menos comunican, que no es poco. (También se ha de reconocer que pese a las limitaciones del tiempo, ya las jerarquías de las agendas políticas, solamente la prensa y los medios ponen en el tapete ciertos conflictos que sino de ninguna manera serían conocidos por la opinión pública).

No es menos cierto que ante sucesos tan manifiestamente significativos como las guerras, los atentados terroristas, u otros fenómenos de igual o mayor crudeza, el ser humano necesita tener una actitud que le permita a veces relativizar y cuando no olvidarlos rápidamente para que no pesen en su conciencia. También necesita de la relativización y simplificación respecto a muchos de los comportamientos de los dirigentes tampoco es menos cierto que Sarkozy, por poner un ejemplo, banaliza la política, la convierte en parte del cine sirve para sudar la cabeza mundo del espectáculo y la prensa rosa, a la vez que la humaniza en un cierto sentido. Es un fenómeno parecido al de Lady Di: los que nos gobiernan también lloran.

El problema radica en el hecho que la simplificación y banalidad de ciertos actos políticos, así como la visión en tiempo real de muchos sucesos que pasan en cualquier lugar del mundo, tiende a convertir toda la información en espectáculo. Y este aspecto conforma un hecho que puede servir de coartada también para la justificación de una cierta degradación moral colectiva, y pérdida de sentido de la conciencia ciudadana.

Por eso lo que nos ha de preocupar más no es tanto el espectáculo mediático político, si no sus consecuencias en la pérdida de los referentes morales. Esta situación no lleva necesariament a la “comprensión” de ciertos episodios que no son ya grotescos (como el idilio Sarkozy-Bruni) si no que entran de lleno en cosas mucho más graves como por ejemplo el tema de los derechos humanos.

Este escenario de sucesos en tiempo real, de presencia mediática permanente de casi todo lo que ocurre en el mundo, como si fuera un espectáculo más nos lleva a aquello que Hanna Arendt ya había trabajado, y que muchos autores han desarrollado, haciendo referencia a la banalidad del mal. En algunos casos raya la idiotez, como por ejemplo se puede ver en la última película de Brian de Palma en la que más allá de la decisión una vez más, y seguramente no la más estremecedora de una guerra, lo peor que observamos es la banalidad del mal y la estupidez humana de sus soldados, representados en su máxima expresión.

Cuál ha de ser desde esa perspectiva actitud de hombres y mujeres de bien. No tolerar ninguna manera esa banalización de relativismo moral que permite hasta cierto punto mantenernos impasibles y ajenos, como si fuese una noticia más, delante de las injusticias y crueldades que provoca esas actitudes presentan la banalidad del mal en su máxima expresión.

Hoy en día la respuesta no puede ser otra que combatir en cualquier sentido todo aquello que tiene impregnar de relativismo moral los sucesos que pasan en el mundo. Ni tolerar las injusticias, ni aceptar en nombre de cualquier bien suprema la vulneración de los derechos humanos, ni aceptar la banalización de la información política en nombre de su democratización

24/12/07

Desafección y participación: retos actuales del debate electoral

Atendiendo al hecho que los comicios se realizarán en marzo nuevamente toda la ciencia política, comentaristas, tertulianos, y "entendidos" que se dedican con mayor o menor gracia y medida a este tema, se pone en marcha para tratar de predecir (cuando no simplemente adivinar) cuál será el comportamiento del electorado, y por lo tanto los resultados. En el punto contrario nos encontramos con muchos políticos que desearían que estos vaticinadores acierten o desacierten (según de como les vaya la película) y elevan a categoría de oráculo muchos de sus comentarios. Resta decir que la mayoría de las veces los políticos ya tienen su conclusiones y piden del análisis al corroboración de sus hipótesis.

Entrando ya en tema, parece que resta claro que dos serán los temas principales de la campaña: la lucha por el centro político, y el tratamiento de aquello que se ha dado por denominar los hechos diferenciales de las nacionalidades. Quedaría un tema pendiente y es si el PP subsumirá los temas de terrorismo dentro de la política de seguridad, o lo tratará como una señal de la debilidad de Zapatero en relación con las diferentes realidades autonómicas, en particular para ahondar el descrédito y la deslegitimidad de cualquier avance en relación con los temas de Euzkadi.

En cualquier caso, el debate de la credibilidad, desafección y legitimidad, uno de los aspectos más relevantes hacen referencia a los datos electorales. En ese sentido los últimos datos de participación en las elecciones autonómicas catalanas y municipales denotan, una vez más, que estamos delante de una nueva etapa de los comportamientos políticos.

Se habla con mucha insistencia de la falta de interés en la política, acuñándose un término de relativo éxito semántico, la desafección por la política. La Real academia define la desafección como mala voluntad. ¿A eso se referían los políticos que se han apropiado de dicho término, a la mala voluntad para participar en los hechos de la vida política? Seguramente los autores de dicha forma de denominar este tipo de desinterés y alejamiento no querrían decir eso. Más bien por el contrario supondríamos que lo que querían expresar era más bien la falta de “afecto”, hasta diríamos querencia por la cosa pública, y en particular por los procesos decisionales que se expresan en la participación electoral

El problema se hace más patente en el caso de la izquierda que busca de una manera ciertamente errática algún nivel de interpretación más y mejor construido sobre el proceso de participación político que se está viviendo.

Andrés Ortega decía en el diario El País el 29-10-07 que los tradicionales votantes de la izquierda, la clase trabajadora industrial dejaba de ser referente de ese sentir crítico, y aparecía una nueva clase media con posturas radicales en ciertos temas (asimilables en parte a lo que en algún momento se llamó bobos en USA, y que aquí podríamos denominar “pipros”, pijos progres aunque en realidad no hace la referencia a ese colectivo el nombre de manera exacta).

En realidad estamos delante de un colectivos de los antiguos white-collars, que corresponde a una amalgama compleja de clases medias, empleados de servicios avanzados bien remunerados, profesionales liberales y funcionarios públicos, sobre todo sanitarios y docentes, que en muchos casos provienen de las clases populares,que sus padres han sido trabajadores manuales, industriales o empleados de servicios no directivos, y que han logrado una cierta promoción social. No reniegan del pasado histórico político de sus antecesores pero no se sienten comprometidos en mantener la decisión electoral de sus padres. La mayoría de veces no cambian de voto. Simplemente no votan si la cosa no despierta ningún interés.

Recordemos que este colectivo, en general a nuestro país, y en entornos similares, es la primera generación de gente que vivió la segunda guerra (o la guerra civil) en primera persona. Que conocen por sus padres lo que ha sido privación, y los problemas de la falta de libertades.

Pero han conseguido un estatus económico y un grado de conciencia social que les hace críticos, pero no necesariamente participativos en procesos electorales o movimientos políticos. Funcionarios, empleados de servicios, son voz crítica y de disconformidad, pero conforman las mayorías silenciosas o críticas de sus casas hacia adentro.

Ahora nos encontramos delante de unas próximas elecciones generales en las que la participación, y la decisión por una u otra opción puede ser absolutamente determinante. A más, es comúnmente admitido que estas elecciones presidenciales señalarán, cualquiera sea el resultado, el inicio de una nueva etapa y no tan sólo de un nuevo gobierno. Si gana el PSOE pocos serán los impedimentos para cumplir con sus promesas de desarrollo autonómico. Restará en el propio partido la voluntad o no de ejercer esa promesa.. Si gana el PP posiblemente se pueda ver una reorientación radical de las políticas con las minorías nacionalistas, no necesariamente animadversa (eso dependerá de las necesidades aritmético – parlamentarias).

En ese contexto uno de los temas más importantes es la puesta en evidencia, quizás como nunca, de nuevos escenario en el entorno político. Hay un conjunto de constantes que aparecen como significativos en este proceso electoral:

1. Una primera condición está relacionado con aquello que se ha denominado la desafección. Los años recientes de España nos indican claramente como se ha transformado mucho los paisajes que conformaban la sociedad en nuestro país. El cambio en el marco de trabajo, la nueva inmigración, el cambio sustancial en el nivel educativo de los jóvenes (más allá del informe Pisa, nadie puede dudar el aumento de los jóvenes en la Universidad), la banalización de la política, los nuevos retos de una sociedad "insegura y líquida” conjunto de factores que intervienen directamente en la creación de un nuevo cosmos individual y colectivo está cambiando de manera radical el panorama de la política en sus formatos conocidos.

2. En ese contexto los cambios acelerados en la resolución la necesidad de dar respuesta a los problemas más acuciantes y a la vez en permanente transformación ha hecho que muchos casos estos factores hayan atacado de lleno a todos los procesos de debate argumentación afectando una manera directa en el espacio público de la comunicación política en el cual los grandes retos de la sociedad actual ha entero postergados por algunas pinceladas de realidad coyuntural casi siempre vinculadas al terrorismo, o algún hecho diferencial de una comunidad nacional que forman el estado español.

3. Está claro que este debate se verá así totalmente recorrido por todos los sustraen muchos de los principales problemas de la ciudadanía y que no hacen más que ahondar en ese fenómeno que se ha dado por denominar desafección, agravado por el hecho evidente que se brinda a la ciudadanía de una interacción política caracterizada por la escasa cohesión, cooperación y concertación de quienes se han dado por vocación la actividad política y lo hacen bajo una común etiqueta constituye un problema mayor de la vida política.

4. El solo hecho del reconocimiento de existencia de un espacio político no es causa suficiente que garantice una suerte de derecho a la legitimidad absoluta por parte de la clase política respecto a sus procesos decisionales. En este sentido es un hecho destacable el que los propios ciudadanos reconocen la idoneidad en la decisión de gobernantes y representantes elegidos democráticamente, sin por eso renunciar a una demanda que las propias decisiones de éstos deben ser de todos modos legitimadas por otros mecanismos y cauces de manera más seguida. Para resumir, el voto ha dejado de ser un cheque en blanco a la decisión política, y contravenir estos nuevos comportamientos pueden, con bastante facilidad abocar en formas de expresión pública de descontento. En esta nueva realidad de desconfianza y probación permanente por parte de la ciudadanía en los procesos de interacción gobernante-ciudadanía, y exposición clara y transparente de la deliberación pública política y de la sociedad adquieren un lugar central. Es en el espacio público en el que se ha de madurar la decisión política, y llegado el caso, si es necesario, modificar el rumbo político para mejorar la representación.

Por lo tanto nos encontramos delante del nuevo hecho que es como aumentar la confianza en la ciudadanía para ser más creíble las propuestas y lograr un cambio en la participación electoral. Pero quizás justamente es esto lo que crea un espejismo de la realidad política que habría que central de sobrellevar: Seguramente la ciudadanía no piensa que con el simple acto electoral se garantiza toda su representación y opinión en el proceso político.

En ese contexto probablemente deberíamos repensar la óptica entendida en términos de participación e interacción entre estado y sociedad de una manera que nos ayude hacer entender las diversas formas de participación, que una de ellas es electoral, que tiene un peso preponderante pero no único, y que, también serán escuchados en igualdad de oportunidades las condiciones que en cada momento expresen la opinión ciudadana. Pero para eso el Estado (en cualquiera de sus formas: central, autonómico, local) debería ejercitar de manera mucho más activa los mecanismos que llevan tanto al conocimiento de la demanda ciudadana, así como a la creación de mecanismos más horizontales e interactivos de comunicación sensibilización y participación política del conjunto de la población. No sabemos si esta es la solución al problema, pero al menos servirá como punto de aproximación, y tratar de superar una situación, de la llamada desafección, que no solo mina el sistema, si no que empobrece el modelo político, conduciéndolo hacia procesos donde prevalecen las banalidades, las decisiones deslegitimadas, que no solo son poco representativas, si no que a veces ponen en riesgo aspectos claves de la vida de los ciudadanos y ciudadanas como la seguridad, la estabilidad, la sostenibilidad, y a veces, que no pocas, la propia paz del orden mundial.

En ese contexto la exploración de nuevas vías de comunicación, interacción, complicidad y participación desde el mundo político es una de las pocas garantías para tratar de superar este momento de incertidumbre que se vive delante de la apatía y desinterés por la cosa política, que no por la cosa pública. Desde esa perspectiva políticos, analistas, comentaristas, creadores de opinión tienen el deber y la responsabilidad de debatir y aportar una cierta luz a la cuestión por tal de superar una situación que, sin correctivos necesarios, no vislumbra mejorar. Los cambios en el entorno exigirán decisiones significativas para dar respuesta a estos nuevos retos. Ahora ha llegado el momento de la toma de decisiones. Veremos si todos, desde el lugar que corresponda, serán capaz de impulsar la reflexión y proponer las medidas que permitan avanzar en el abordaje de esta nueva realidad.

22/12/07

Gobierno Local y Sociedad Civil: Encuentros y desencuentros

Durante los últimos años los expertos sobre temas del sector público y de los organismos multilaterales de gobierno y financiación han venido planteando, desde diversas perspectivas, un conjunto de problemas respecto a la evolución de las políticas prestatarias de servicios desde el Estado. Entre las diversas causas que generaron los interrogantes sobre el funcionamiento actual, emergían problemas relevantes que afectaban desde la tendencia incrementalista de los presupuestos dedicados los servicios de naturaleza social – seguramente generado por nuevas necesidades de la sociedad - hasta el concepto de eficacia y eficiencia en las prestaciones que se realizaban.
En el transcurso de los últimos 10 años se ha ido observando la necesidad de dar un mayor protagonismo de la propia población en el devenir de los procesos, como una de las medidas que permitirían reducir las incertidumbres y modificar las relaciones entre Estado y ciudadanía, a través de las articulaciones desde la sociedad civil en los procesos informativos o de elaboración y producción de servicios, cualquiera sea su forma: participación, consulta, gestión concertada, etc.
Nadie puede dudar que esta realidad es consecuencia de las transformaciones significativas y de diverso calado y profundidad que afectan a las tres dimensiones de organización de la sociedad: El Estado, el Ámbito de la Producción e Intercambio de Bienes y Servicios - el Mercado -, y la Sociedad Civil y, por ende, a la intersección entre ellos tanto en la esfera relacional, como la de concertación, como la de adjudicación de roles y funciones dentro de la producción y prestación de servicios. La reivindicación de un Estado más modesto - lo cual no quiere decir más débil[1] - de un Mercado “mas humano” y de una Sociedad Civil más participativa está en el núcleo de este debate.
En otro sentido, junto a este marco coexisten los grandes problemas que conforman los escenarios de prestación de los servicios desde cualquiera de los tres ámbitos enunciados, y en particular hay una serie de factores que inciden directamente en la problemática en cuestión, en particular la “globalización”[2] con el creciente efecto de la reducción de la capacidad del individuo, los grupos o las pequeñas comunidades en los procesos decisionales de todo tipo. Este hecho transforma la mirada sobre el problema, provocando la necesidad de construir un espacio que permita combinar políticas reales y factibles, donde prime una atención prioritaria a los principales problemas de los individuos, grupos y comunidades, y donde lo local/micro-regional[3] cobra un papel central en la evolución de las políticas públicas, ya producidas por el propio Estado – a través de los municipios o provincias -, ya concertadas con el sector privado, sea o no lucrativo.
Ya sea por la transformación del sentido y contenido de los servicios atendidos los cambios del entorno, ya por los factores estructurales de las emergentes formas de organización social y económica, ya por la necesidad de encontrar nuevos paradigmas de legitimidad desde los poderes públicos, la evolución y desarrollo que se da hoy día en la administración pública y en la sociedad civil en todos los países de Occidente, está determinado por una voluntad de caminar hacia unas organizaciones más eficaces, eficientes, rentables, efectivas y que ataquen y resuelvan los problemas centrales que las sociedades tienen, optimizando los escasos recursos, dando mayor protagonismo a la ciudadanía y a los agentes que actúan en tareas de mediación de todo tipo, y acercando los procesos a la sociedad y las comunidades que la conforman.
Nadie duda de la imprescindible necesidad de cooperación entre los sectores público y privado - sea de naturaleza lucrativa o no lucrativa - para la resolución de los problemas en el marco de estrategias de desarrollo y mejora de la calidad de los territorios donde se interviene.
En el campo de las políticas sociales y participativas, como las que aquí nos interesan, las ONG’s pueden brindar un valor añadido, más aun teniendo en cuenta la necesidad de contar con las potentes redes de solidaridad y ayuda mutua que representan los movimientos sociales, y la garantía de superar las carencias y contradicciones de la democracia, en particular en la separación existente o latente, tan expresada por los “media” y la opinión pública, entre la clase política y el pueblo[4], como bien señala en un interesante ensayo Alain Minc[5] respecto a la alianza de diversos sectores con repercusiones en los procesos de legitimación de la política.
Este conjunto de factores que contextualizan el proceso actual es el resultado del debate que se desarrolla alrededor del problema presentado en la prestación de servicios, a través de dos conceptualizaciones que irrumpen sobre la cuestión expuesta: crisis del modelo hasta hoy implementado, y emergencia de un nuevo paradigma de organización de los servicios.
De esta manera nos estamos refiriendo al problema que nos preocupa, ya que la administración pública, al menos en su dimensión prestataria de servicios, es quien vive una de las crisis de modelo y cambios de paradigmas más evidentes[6], que se traduce en un consenso general respecto a la necesidad de abordarla, aunque no siempre con los mismos diagnósticos y similares soluciones, pero con causas comunes: sobredimensionamiento de las estructuras de los gobiernos, encarecimiento progresivo de los servicios, crisis de la capacidad recaudadora, cuestionamiento de la eficacia y eficiencia del modelo, obsolencia de procedimientos, efectivos y recursos materiales y humanos[7], etc.
La emergencia de la necesidad de nuevos modelos de intervención, o al menos de acciones que respondan más coherentemente a nuevos comportamientos sociales que requieren otras respuestas, exigen de la administración una posición proactiva, que le permita repensar su acción, sus estrategias de actuación, los niveles de concertación y consenso con el sector privado – en particular el no lucrativo -, su actitud respecto a las voluntades cívicas articuladas, etc., por poner algunos elementos significativos de los rasgos principales de este nuevo posicionamiento.
No obstante, no se ha de tomar la crítica a los sistemas actuales a la ligera, someterse a enunciados vagos de contenidos y de alto valor demagógico, y dejarse llevar por las ventiscas neoliberales - mejor llamadas como neoconsevadoras - de finales de la década pasada y principios de ésta que ponían en cuestión todo el modelo de servicio público, sin ver realmente los alcances efectivos de responsabilidades y necesidades, y que en muchas de las experiencias implementadas solo profundizaron las desigualdades sociales, fortaleciendo posturas estatalistas o intervencionistas, como elemento reactivo. Pero esta reacción no es óbice para defender lo contrario. En cualquier caso dos conclusiones son claras:
· Se necesita unos servicios más eficaces, eficientes y precisos, pero en el marco de un Estado más modesto y menos intervencionista, sin por ello eludir las responsabilidades intransferibles por imperativos no solo legales, sino también por opciones y voluntades políticas e ideológicas.
· Se puede y debe contar con el sector no público en la resolución de los problemas, y en el caso de las políticas sociales o de naturaleza prestataria de servicios básicos, contar con la sociedad civil bajo el principio de eficacia y eficiencia como resultado real del proceso, siempre que garanticen los principios de igualdad en el acceso, transparencia en el control, eficacia en la acción, etc[8].
Se complementa esta aproximación, en este marco, con dos de las conclusiones más evidentes referidas al ámbito local, que es recomendado por la mayoría de los expertos y autoridades[9]:
· Los servicios han de aproximarse al medio donde se encuentran la oferta y la demanda, y en ese contexto el municipio tiene un rol fundamental[10] y todas las energías han de caminar hacia ese vector de fortalecimiento institucional municipal.
· Partiendo del principio que se ha de velar por el cumplimiento de unos servicios imprescindibles, con tal de garantizar la igualdad de oportunidades de los ciudadanos, y por el derecho a un bienestar de derechos fundamentales para el buen ejercicio de la propia democracia[11] no necesariamente éstos – los servicios - han de ser producidos por las propias administraciones, aunque fuere la municipal, sino partir del hecho de poder contar también con otros posibles proveedores, desde una hipótesis que tiene presente no solo el principio de acceso a la prestación, sino también el de eficacia y eficiencia. Así pues, se puede dar el caso que en determinados servicios la sociedad civil, entendida tanto en su vertiente altruista como de tercer sector, ha demostrado o potencialmente encierra una razonable capacidad o al menos idoneidad, para la gestión de determinados servicios que podrían ser concertados desde las administraciones locales[12], o iniciados por éstas y progresivamente transferidas a modelos innovadores de concertación[13].
Esta observación no es un cheque en blanco para la desreponsabilzación, el desentendimiento, la desregulación o la delegación/desconcentración arbitraria de provisión de determinados servicios. Se ha de insistir en el hecho que no es una definición “a priori”, tanto por el hecho del sentido de vislumbrar la real capacidad de desarrollar un servicio público, destacando si existen o no obstáculos, y, por otro lado, teniendo en cuenta que las organizaciones de la sociedad civil también tienen dificultades de diverso orden, que muchas veces las ha abocado hacia actitudes corporativistas y poco solidarias con el entono amplio en el que se encuentran.
Es por eso que este esbozo o principio de definición, donde se reconoce la posibilidad de nuevos modelos en la provisión de políticas públicas, no puede ni debe obviar que la relación entre Estado y Sociedad Civil no ha sido fácil a lo largo del tiempo. La historia que les ha relacionado está jalonada por actitudes singulares que han ido de la concertación al rechazo, del diálogo al enfrentamiento, de la colaboración al divorcio, y también se ha operado en sentido contrario en muchos períodos de esta difícil relación. No podemos eludir el juicio que confirma que la administración, en muchos aspectos, ha vivido embebida en una actitud soberbia, formalista, burocratizada y reactiva, y la sociedad civil, en cualquiera de sus líneas ideológicas - de referente religioso, político, ideológico, sindical, comunitario, sectorial... - ha sido, en muchos aspectos, una plataforma que ha ido más allá de sus propios objetivos con actitudes de desconfianza, rechazo, deslegitimación o simplemente exigencia sin ofrecer contrapartida, o ha asumido posturas corporativistas o defensoras de su privilegios como instituciones, más allá del fin que pretendían prestar, y en muchos casos con posiciones francamente demagógicas.
Esta oportunidad histórica, por la crisis de todas las esferas de la sociedad, es la que nos permite vislumbrar nuevas expectativas. En ese contexto la emergencia de los nuevos movimientos sociales (nms)[14], y la aparición en el campo de la modernización de la administración de la nueva gestión pública (ngp)[15] son las dos corrientes que han sacudido severamente a ambas instancias, y producen un original efecto que provocará un nuevo escenario de relación, donde la mediación, la concertación y la colaboración, con un panorama posiblemente más estricto, pero no por eso menos eficaz, y seguramente más transparente, sustituirán a las formas anteriores de relación.
Es importante tener presente aquello que caracteriza las posibilidades del encuentro de administración y sociedad civil para el desarrollo de servicios. Desde el Estado, o más propiamente desde los gobiernos locales, encontramos, entre otras razones, las siguientes.
· Necesidad de optimización de recursos y medios sin cargar los presupuestos actuales.
· Necesidad de aplicar principios de subsidiariedad en la gestión de determinados proyectos.
· Precisar la demanda con la participación de los potenciales usuarios en la definición y gestión.
· Buscar criterios de reducción de costes, sin hipotecar al calidad de los resultados.
· Dar vías a la participación de los diversos sectores implicables en los procesos.
· Fortalecer los mecanismos de consenso, concertación y participación de los administrados, y de los actores articulados.
Desde la sociedad civil encontramos:
· Un proceso de aumento de ideologías y de actitudes "participativas", que llevan a la población a reivindicar los derechos democráticos existentes, para naturalizar en el propio fin los objetivos de la intervención..
· El uso creciente de formas no tradicionales de participación política, como medidas de nuevas formas organizativas de las voluntades desde el tejido social.
· La emergencia de exigencias de servicios y actitudes innovadoras para con el sector público, más allá de temas de reivindicación estrictamente políticos.
· Un fuerte proceso de “despolitzación” bien entendida de las organizaciones sociales, que ya no se ven como el apéndice, el “frente” de masas, o la “tapadera entrista” de movimientos de naturaleza política, ideológica o religiosa, en un proceso similar al que vive el sindicalismo europeo mediterráneo, de progresivo desprendimiento de los partidos que les entendían como correas de transmisión[16].
No hemos de olvidar que esta necesidad de participación, como acertadamente señala Claus Offe[17], se debe al profundo cuestionamiento moral y efectivo de la intervención del Estado, rayando a veces alguna de las críticas la exigencia de una transferencia completa, y sin contraparte ni control, de las funciones y responsabilidades del gobierno hacia la sociedad civil.
Aun así no hemos de obviar, como señala el autor en el mismo trabajo, que las asociaciones también viven una situación revulsiva con una ausencia del fortalecimiento de la democracia interna de la asociación, que se traduce en el sometimiento de los objetivos de la institución al aparato de funcionarios de la entidad. Como bien dice Offe “ el ansia de poder y de status de los funcionarios (de las asociaciones) les lleva a plantear reivindicaciones militantes y a poner en práctica tácticas que van más allá de los límites de sus atribuciones representativas y a las que se opondrían los simples miembros dotados de sentido común si estuviera en su mano el hacerlo”[18].
Por lo tanto se ha de ser consciente que el entorno no es simple, y ni todos los problemas los tienen los gobiernos, ni todas las soluciones están en la sociedad civil. Se ha de precisar la relación entre ambas, y en el marco de su evolución observar las potencialidades y dificultades que presentan.
Solo así podremos profundizar en un marco de relación que evite, o al menos atempere, en la medida de lo posible el desencuentro entre el gobierno y la sociedad civil en nuestras sociedades actuales.
[1] Ver CROZIER, M.: Estado Moderno/Estado Modesto. Ediciones IVAP, Vitoria, 1994.
[2] PRETECEILE, E.: “Paradojas Políticas de las Reestructuraciones Urbanas, Globalización de la Economía y Localización de lo Político” en ALABART, A. y ot. (comp): Clase, Poder y Ciudadanía. Madrid: Siglo XXI, 1994.
[3] BLAKELY, E.J.: Planning Local Economic Development. Tousand Oaks, California, 1994.
[4] GINER, S.: “Participación Cívica y Democracia”, en Revista del CIFA, núm. 18, Diputación de Barcelona, Barcelona, 1995. Esta observación ha de tomarse no al pie de la letra, pero si como una tendencia manifiestamente aceptada, posiblemente no en toda la dimensión del problema, pero en algún aspecto no exenta de aspectos de verdad.
[5] MINC, A.:La Borrachera Democrática. Ariel, Barcelona, 1994.
[6] MENY, I y TOHËNIG, J.C.: Las Políticas Públicas. Editorial Ariel, Barcelona, 1992.
[7] Por poner un ejemplo de una posición gubernamental sobre la crisis del sector público ver el Informe Gore sobre la administración norteamericana (en España publicado por el Instituto Vasco de Administración Pública, Vitoria, 1994).
[8] Es importante tener presente el debate actual sobre las prestaciones básicas, y la titularidad de los mismos en el proceso de provisión de servicios. Parecería que la educación queda fuera de toda duda, al menos en su nivel básico y medio, en la responsabilidad directa del Estado, y el debate se establece en el campo de la sanidad, los sistemas de previsión social de la ancianidad, los sistemas de atención a minorías o sectores con contratiempos, el tratamiento de las medidas proactivas que permitan provocar empleo, etc., donde algunas ONG’s o el tercer sector pueden tener papeles importantes. El único problema radica en la confusión practicada alrededor del sentido de la prestación y su coste, lo que ha cambiado la orientación del debate, perdiéndose parte del sentido, y reduciéndole a un aspecto solo ligado a discursos de naturaleza economicistas. Otro tema hace relación a la solución concertada de los problemas del territorio, a lo que nos referiremos más adelante, y que vislumbra la relación con las entidades sociales del entorno, que pretenden intervenciones reivindicativas que pueden acompañar la solución de los problemas.
[9] Ver Conferencia Anual de Consejo de Ciudades, Municipios y Regiones de Europa, de 1996 editado por la Federación Española de Municipios y Provincias.
[10] Para ver uno de los modelos más sugerentes de conclusiones: INFORME DELORS: El Libro Blanco de la Competitividad y el Empleo. Unión Europea, Luxemburgo, 1993 y siguientes ediciones, y OCDE: Iniciativas Locales de Empleo, París, 1993. Lo interesante es el ligamen entre lo local, la sociedad civil, los nuevos escenarios de información y la creación de empleo. Ver por ejemplo el Plan Aubry del Gobierno Jospin del pasado mes de agosto.
[11] RAWLS, J.: Teoría de la Justicia. Fondo de Cultura Económica, México, diversas ediciones.
[12] Sobre todo nos referimos a temas de dinamización comunitaria territorial, imposible de materializar sin el concurso de los actores sociales.
[13] Buen ejemplo es el Plan Aubry del gobierno Jospin en que la creación de los empleos de utilidad colectiva se ven como elementos de dinamización temporal, y no empleos fijos de la administración, volviendo a cargar sobre la estructura presupuestaria deficitaria.
[14] RIECHMANN, J. y FDEZ. BUEY, F (compiladores).: Redes que dan libertad. Editorial Paidós, Madrid 1994.
[15] OCDE: Informe sobre la calidad en el sector público. (mimeo) INAP, Madrid, 1995.
[16] El debate en Europa, sin embargo, asume diversas formas, sobre los aspectos del “entrismo” de los movimientos políticos en la sociedad civil, siguiendo una terminología común en América Latina. En el origen de la sociedad civil europea bajo formas de prestaciones de servicios comunitarios, encontramos la evolución de los movimientos populares ligados a la tradición sindical política del siglo XIX, y al desarrollo de las doctrinas sociales de las iglesias. Sin embargo, en los períodos previos a la segunda guerra los cambios son significativos, y las posturas de naturaleza “leninista” y “gramsciana” ganan protagonismo en los movimientos populares. En el caso italiano sabemos que Gramsci, quien teorizó sobre el problema de la construcción de un bloque histórico donde los movimientos sociales tenían un peso muy importante, en parte podría dar una explicación al trabajo del ARCI-UISP en Italia y su implantación. El caso de Francia es diferente - Gramsci prácticamente no ha entrado, exceptuando las polémicas teóricas de Althusser, Balibiar y Poulantzas. Sin embargo, la posición de la animación francesa y los movimientos de asociacionismo popular y el ARCI italiano son parecidas, posiblemente porque detrás de ambos estaban los respectivos partidos comunistas en un momento, y luego el amplio abanico de la izquierda, respecto a como entender a las políticas sociales, como si fuese el “frente de la cultura”, o el frente de “lo social”, aplicando las teorías de los “frentes” a los trabajos sociales o sindicales. En cualquier caso los últimos veinte años han visto un giro copernicano en esta relación “partidos-movimientos sociales”, quizás de manera más espectacular en Italia, pero muy similarmente en Francia y España. De todas maneras se ha de matizar que en Francia el peso de los movimientos laicos de Educación Popular también son significativos en oposición a las iniciativas de la iglesia católica. El caso alemán, inglés o suizo no nace con este tipo de “componente” ideológico, al menos en su discurso, posiblemente por la predominancia de un posicionamiento más pragmático de los colectivos que las promueven, pero al estar sostenido por una socialdemocracia de origen sindical, en unos casos, y en otros por las doctrinas sociales de las iglesias católicas o protestantes, algunos de sus efectos prácticos pueden ser semejantes, aunque nunca con la hegemonía ideológico-política que se pretendía en el espectro mediterráneo. De todas maneras es importante entender el peso tanto del cristianismo social o el sindicalismo progresista, para entender la preponderancia de los movimientos sociales en la evolución de la sociedad civil de los países de Europa Occidental.
[17] OFFE, C.: Partidos Políticos y Nuevos Movimientos Sociales. Editorial Sistema, Madrid, 1988.
[18] Este es otro de los factores que está en la base de la transformación social de los movimientos, es decir el anquilosamiento de los anteriores dirigentes, y la necesidad de una cierta renovación humana de los movimientos sociales actuales.

Dilemas de la tecnología: Sociedad del Conocimiento e Igualdad de Oportunidades

Viendo los otros días la respuesta de los jóvenes en este momento a los grandes retos de la web 2.0 se observa que, si bien este concepto de web no es tan revolucionario con muchas veces se ha intentado vender, los jóvenes que se encuentran hoy en día navegando, chateando, creando sus espacios personales, simplemente sumergiéndose en las procelosas confusas, y a veces emocionantes páginas de Internet, observamos que muchos de los sistemas tradicionales que sostenían el discurso de progreso y modernidad entran en crisis, también en sus aspectos tecnológicos.
Esto nos crea nuevos retos e incertidumbres. La apertura de los medios de manera tan importante no conduce a una situación en la que ya no se puede hablar de la igualdad de oportunidades con la misma ambición y simplicidad con la que se hablaba hasta hace apenas 10 años.
Ahora la desigualdad hay que focalizarla mucho más claramente en otros aspectos. Los bienes pueden estar al alcance de todo el mundo de manera más eficiente y directa, pero no por eso todo el mundo es más igual que antes. Pero no solo este es un factor entrado en crisis. El hecho que a una reducción objectiva de la igualdad de oportunidades, se complemente con los fenómenos de masificación y banalización de la comunicación, o de la inseguridad social, tres conceptos que transcurren por derroteros diferentes, pero que conforman rasgos preponderantes de la sociedad actual, nos hacer vislumbrar con toda claridad aquello que enunciaba hace años la posmodernidad, y que hoy en día otros autores han denominado como la sociedad líquida.
Es bastante notorio hemos de intentar encontrar nuevos elementos que conforman aquellos que que permitan el debate sobre la igualdad de oportunidades en esta sociedad del conocimiento,
Si excluimos la diferencia Norte-Sur, la otra gran diferencia en el mundo contemporáneo es el acceso al dominio de la tecnología. (La anterior asignatura pendiente que se correspondía al acceso a banda ancha es una cosa que se resolverá en muy poco tiempo).
En ese contexto es imprescindible repensar como lograr el acceso no solo al uso, si no al dominio. Aquí, como en casi todos los retos del mundo contemporáneo, no hay recetas mágicas. Iniciativas como las de Negroponte, el software libre, los nuevos espacios de comunidad blogsfera, representan un nuevo espacio para pensar que algo se puede mover en el campo de la tecnología accesible. Pero esto en sí mismo garantizará la igualdad de oportunidades en la nueva sociedad de la información?
Este reto significará uno de los grandes desafíos de futuro próximo. Faltará saber si todos los actores - estado, sociedad civil, empresas, animadores de la red,....- estarán a la altura de las exigencias de la nueva realidad.