Blog de Héctor Santcovsky

un blog para reflexionar sobre política, sociedad y retos de futuro

24/12/07

Desafección y participación: retos actuales del debate electoral

Atendiendo al hecho que los comicios se realizarán en marzo nuevamente toda la ciencia política, comentaristas, tertulianos, y "entendidos" que se dedican con mayor o menor gracia y medida a este tema, se pone en marcha para tratar de predecir (cuando no simplemente adivinar) cuál será el comportamiento del electorado, y por lo tanto los resultados. En el punto contrario nos encontramos con muchos políticos que desearían que estos vaticinadores acierten o desacierten (según de como les vaya la película) y elevan a categoría de oráculo muchos de sus comentarios. Resta decir que la mayoría de las veces los políticos ya tienen su conclusiones y piden del análisis al corroboración de sus hipótesis.

Entrando ya en tema, parece que resta claro que dos serán los temas principales de la campaña: la lucha por el centro político, y el tratamiento de aquello que se ha dado por denominar los hechos diferenciales de las nacionalidades. Quedaría un tema pendiente y es si el PP subsumirá los temas de terrorismo dentro de la política de seguridad, o lo tratará como una señal de la debilidad de Zapatero en relación con las diferentes realidades autonómicas, en particular para ahondar el descrédito y la deslegitimidad de cualquier avance en relación con los temas de Euzkadi.

En cualquier caso, el debate de la credibilidad, desafección y legitimidad, uno de los aspectos más relevantes hacen referencia a los datos electorales. En ese sentido los últimos datos de participación en las elecciones autonómicas catalanas y municipales denotan, una vez más, que estamos delante de una nueva etapa de los comportamientos políticos.

Se habla con mucha insistencia de la falta de interés en la política, acuñándose un término de relativo éxito semántico, la desafección por la política. La Real academia define la desafección como mala voluntad. ¿A eso se referían los políticos que se han apropiado de dicho término, a la mala voluntad para participar en los hechos de la vida política? Seguramente los autores de dicha forma de denominar este tipo de desinterés y alejamiento no querrían decir eso. Más bien por el contrario supondríamos que lo que querían expresar era más bien la falta de “afecto”, hasta diríamos querencia por la cosa pública, y en particular por los procesos decisionales que se expresan en la participación electoral

El problema se hace más patente en el caso de la izquierda que busca de una manera ciertamente errática algún nivel de interpretación más y mejor construido sobre el proceso de participación político que se está viviendo.

Andrés Ortega decía en el diario El País el 29-10-07 que los tradicionales votantes de la izquierda, la clase trabajadora industrial dejaba de ser referente de ese sentir crítico, y aparecía una nueva clase media con posturas radicales en ciertos temas (asimilables en parte a lo que en algún momento se llamó bobos en USA, y que aquí podríamos denominar “pipros”, pijos progres aunque en realidad no hace la referencia a ese colectivo el nombre de manera exacta).

En realidad estamos delante de un colectivos de los antiguos white-collars, que corresponde a una amalgama compleja de clases medias, empleados de servicios avanzados bien remunerados, profesionales liberales y funcionarios públicos, sobre todo sanitarios y docentes, que en muchos casos provienen de las clases populares,que sus padres han sido trabajadores manuales, industriales o empleados de servicios no directivos, y que han logrado una cierta promoción social. No reniegan del pasado histórico político de sus antecesores pero no se sienten comprometidos en mantener la decisión electoral de sus padres. La mayoría de veces no cambian de voto. Simplemente no votan si la cosa no despierta ningún interés.

Recordemos que este colectivo, en general a nuestro país, y en entornos similares, es la primera generación de gente que vivió la segunda guerra (o la guerra civil) en primera persona. Que conocen por sus padres lo que ha sido privación, y los problemas de la falta de libertades.

Pero han conseguido un estatus económico y un grado de conciencia social que les hace críticos, pero no necesariamente participativos en procesos electorales o movimientos políticos. Funcionarios, empleados de servicios, son voz crítica y de disconformidad, pero conforman las mayorías silenciosas o críticas de sus casas hacia adentro.

Ahora nos encontramos delante de unas próximas elecciones generales en las que la participación, y la decisión por una u otra opción puede ser absolutamente determinante. A más, es comúnmente admitido que estas elecciones presidenciales señalarán, cualquiera sea el resultado, el inicio de una nueva etapa y no tan sólo de un nuevo gobierno. Si gana el PSOE pocos serán los impedimentos para cumplir con sus promesas de desarrollo autonómico. Restará en el propio partido la voluntad o no de ejercer esa promesa.. Si gana el PP posiblemente se pueda ver una reorientación radical de las políticas con las minorías nacionalistas, no necesariamente animadversa (eso dependerá de las necesidades aritmético – parlamentarias).

En ese contexto uno de los temas más importantes es la puesta en evidencia, quizás como nunca, de nuevos escenario en el entorno político. Hay un conjunto de constantes que aparecen como significativos en este proceso electoral:

1. Una primera condición está relacionado con aquello que se ha denominado la desafección. Los años recientes de España nos indican claramente como se ha transformado mucho los paisajes que conformaban la sociedad en nuestro país. El cambio en el marco de trabajo, la nueva inmigración, el cambio sustancial en el nivel educativo de los jóvenes (más allá del informe Pisa, nadie puede dudar el aumento de los jóvenes en la Universidad), la banalización de la política, los nuevos retos de una sociedad "insegura y líquida” conjunto de factores que intervienen directamente en la creación de un nuevo cosmos individual y colectivo está cambiando de manera radical el panorama de la política en sus formatos conocidos.

2. En ese contexto los cambios acelerados en la resolución la necesidad de dar respuesta a los problemas más acuciantes y a la vez en permanente transformación ha hecho que muchos casos estos factores hayan atacado de lleno a todos los procesos de debate argumentación afectando una manera directa en el espacio público de la comunicación política en el cual los grandes retos de la sociedad actual ha entero postergados por algunas pinceladas de realidad coyuntural casi siempre vinculadas al terrorismo, o algún hecho diferencial de una comunidad nacional que forman el estado español.

3. Está claro que este debate se verá así totalmente recorrido por todos los sustraen muchos de los principales problemas de la ciudadanía y que no hacen más que ahondar en ese fenómeno que se ha dado por denominar desafección, agravado por el hecho evidente que se brinda a la ciudadanía de una interacción política caracterizada por la escasa cohesión, cooperación y concertación de quienes se han dado por vocación la actividad política y lo hacen bajo una común etiqueta constituye un problema mayor de la vida política.

4. El solo hecho del reconocimiento de existencia de un espacio político no es causa suficiente que garantice una suerte de derecho a la legitimidad absoluta por parte de la clase política respecto a sus procesos decisionales. En este sentido es un hecho destacable el que los propios ciudadanos reconocen la idoneidad en la decisión de gobernantes y representantes elegidos democráticamente, sin por eso renunciar a una demanda que las propias decisiones de éstos deben ser de todos modos legitimadas por otros mecanismos y cauces de manera más seguida. Para resumir, el voto ha dejado de ser un cheque en blanco a la decisión política, y contravenir estos nuevos comportamientos pueden, con bastante facilidad abocar en formas de expresión pública de descontento. En esta nueva realidad de desconfianza y probación permanente por parte de la ciudadanía en los procesos de interacción gobernante-ciudadanía, y exposición clara y transparente de la deliberación pública política y de la sociedad adquieren un lugar central. Es en el espacio público en el que se ha de madurar la decisión política, y llegado el caso, si es necesario, modificar el rumbo político para mejorar la representación.

Por lo tanto nos encontramos delante del nuevo hecho que es como aumentar la confianza en la ciudadanía para ser más creíble las propuestas y lograr un cambio en la participación electoral. Pero quizás justamente es esto lo que crea un espejismo de la realidad política que habría que central de sobrellevar: Seguramente la ciudadanía no piensa que con el simple acto electoral se garantiza toda su representación y opinión en el proceso político.

En ese contexto probablemente deberíamos repensar la óptica entendida en términos de participación e interacción entre estado y sociedad de una manera que nos ayude hacer entender las diversas formas de participación, que una de ellas es electoral, que tiene un peso preponderante pero no único, y que, también serán escuchados en igualdad de oportunidades las condiciones que en cada momento expresen la opinión ciudadana. Pero para eso el Estado (en cualquiera de sus formas: central, autonómico, local) debería ejercitar de manera mucho más activa los mecanismos que llevan tanto al conocimiento de la demanda ciudadana, así como a la creación de mecanismos más horizontales e interactivos de comunicación sensibilización y participación política del conjunto de la población. No sabemos si esta es la solución al problema, pero al menos servirá como punto de aproximación, y tratar de superar una situación, de la llamada desafección, que no solo mina el sistema, si no que empobrece el modelo político, conduciéndolo hacia procesos donde prevalecen las banalidades, las decisiones deslegitimadas, que no solo son poco representativas, si no que a veces ponen en riesgo aspectos claves de la vida de los ciudadanos y ciudadanas como la seguridad, la estabilidad, la sostenibilidad, y a veces, que no pocas, la propia paz del orden mundial.

En ese contexto la exploración de nuevas vías de comunicación, interacción, complicidad y participación desde el mundo político es una de las pocas garantías para tratar de superar este momento de incertidumbre que se vive delante de la apatía y desinterés por la cosa política, que no por la cosa pública. Desde esa perspectiva políticos, analistas, comentaristas, creadores de opinión tienen el deber y la responsabilidad de debatir y aportar una cierta luz a la cuestión por tal de superar una situación que, sin correctivos necesarios, no vislumbra mejorar. Los cambios en el entorno exigirán decisiones significativas para dar respuesta a estos nuevos retos. Ahora ha llegado el momento de la toma de decisiones. Veremos si todos, desde el lugar que corresponda, serán capaz de impulsar la reflexión y proponer las medidas que permitan avanzar en el abordaje de esta nueva realidad.