Blog de Héctor Santcovsky

un blog para reflexionar sobre política, sociedad y retos de futuro

26/12/07

Política, ética y comunicación

Pocas veces hemos encontrado en los últimos años una banalización tan fuerte en la política como la que estamos observando hoy en día. Cualquier noticia rápidamente es trasladada del campo del significado a un amplio dominio de significantes equívocos que normalmente lo que buscan es la exposición fáctica del hecho, y la presentación de la realidad como un acto de comunicación próximos al show bussines, cuando no simplemente una mera exhibición grotesca en la cual intervienen sujetos que lo único que pretenden es estar en el centro del candelero.

Salvando enormes distancias entre dos políticos con proyectos radicalmente opuestos, nadie duda en entender qué tanto Chavez como Sarkozy han hecho de su gestos una forma de comunicar sus políticas. Si volviésemos a tomar en consideración en toda su magnitud la frase del medio es el mensaje, no cabe duda que estos dos mandatarios estarían mucho más emparentados pero que hoy en día ellos supone.

Más grave es aún la situación cuando nos referimos a las tragedias humanas. Es hoy en día redundante, al menos por mi parte, describir lo escatológico y morboso que representa el tratamiento de las noticias que conllevan la información sobre guerras, atentados terroristas, y a veces hasta simples catástrofes naturales. Ya conocemos la explicación del mundo periodístico que siempre se reduce a dos afirmaciones: el ser humano es morboso por naturaleza y todo aquello que le remite a ese significante llamara la atención y por lo tanto cumpliremos el objetivo de informar. La otra gran razón es la que siempre decimos: una imagen vale más que 1000 palabras, y de esa manera tratamos la conciencia dormida del ciudadano respecto a tragedias que se dan a 10.000 km de distancia.

Estos razonamientos son impecables, y hoy no toca en este espacio rebatirlos porque seguramente sería muy fácil demostrar que con los mismos contenidos habría alternativas de información. Pero eso siempre hace referencia a matar al mensajero, cuando en realidad la perversión están el mensaje: ya sea una exhibición grotesca de los actos políticos, ya sea un escaparate de la vida personal de estos actores, como si fuesen parte del star system, o simplemente en ningún caso la información sirve para fomentar las tragedias, y en eso si tienen razón, al menos comunican, que no es poco. (También se ha de reconocer que pese a las limitaciones del tiempo, ya las jerarquías de las agendas políticas, solamente la prensa y los medios ponen en el tapete ciertos conflictos que sino de ninguna manera serían conocidos por la opinión pública).

No es menos cierto que ante sucesos tan manifiestamente significativos como las guerras, los atentados terroristas, u otros fenómenos de igual o mayor crudeza, el ser humano necesita tener una actitud que le permita a veces relativizar y cuando no olvidarlos rápidamente para que no pesen en su conciencia. También necesita de la relativización y simplificación respecto a muchos de los comportamientos de los dirigentes tampoco es menos cierto que Sarkozy, por poner un ejemplo, banaliza la política, la convierte en parte del cine sirve para sudar la cabeza mundo del espectáculo y la prensa rosa, a la vez que la humaniza en un cierto sentido. Es un fenómeno parecido al de Lady Di: los que nos gobiernan también lloran.

El problema radica en el hecho que la simplificación y banalidad de ciertos actos políticos, así como la visión en tiempo real de muchos sucesos que pasan en cualquier lugar del mundo, tiende a convertir toda la información en espectáculo. Y este aspecto conforma un hecho que puede servir de coartada también para la justificación de una cierta degradación moral colectiva, y pérdida de sentido de la conciencia ciudadana.

Por eso lo que nos ha de preocupar más no es tanto el espectáculo mediático político, si no sus consecuencias en la pérdida de los referentes morales. Esta situación no lleva necesariament a la “comprensión” de ciertos episodios que no son ya grotescos (como el idilio Sarkozy-Bruni) si no que entran de lleno en cosas mucho más graves como por ejemplo el tema de los derechos humanos.

Este escenario de sucesos en tiempo real, de presencia mediática permanente de casi todo lo que ocurre en el mundo, como si fuera un espectáculo más nos lleva a aquello que Hanna Arendt ya había trabajado, y que muchos autores han desarrollado, haciendo referencia a la banalidad del mal. En algunos casos raya la idiotez, como por ejemplo se puede ver en la última película de Brian de Palma en la que más allá de la decisión una vez más, y seguramente no la más estremecedora de una guerra, lo peor que observamos es la banalidad del mal y la estupidez humana de sus soldados, representados en su máxima expresión.

Cuál ha de ser desde esa perspectiva actitud de hombres y mujeres de bien. No tolerar ninguna manera esa banalización de relativismo moral que permite hasta cierto punto mantenernos impasibles y ajenos, como si fuese una noticia más, delante de las injusticias y crueldades que provoca esas actitudes presentan la banalidad del mal en su máxima expresión.

Hoy en día la respuesta no puede ser otra que combatir en cualquier sentido todo aquello que tiene impregnar de relativismo moral los sucesos que pasan en el mundo. Ni tolerar las injusticias, ni aceptar en nombre de cualquier bien suprema la vulneración de los derechos humanos, ni aceptar la banalización de la información política en nombre de su democratización