Blog de Héctor Santcovsky

un blog para reflexionar sobre política, sociedad y retos de futuro

21/12/23

La transición energética ¿Es una cuestión ideológica?

 El último embate contra el cambio climático ha venido de América del Sur, de la mano de otro fundamentalista ultraliberal que ganó algo así como unas primarias en Argentina y ha llegado a la presidencia del país. El sujeto de marras, Javier Milei, para no desentonar con otros aspirantes a líderes iliberales en lo político y ultraliberales en lo económico, ha vuelto a señalar que la postura respecto al cambio climático es una cuestión ideológica de la izquierda – marxista la llama él, un poco desenfocado en los debates actuales de la izquierda en el mundo – que, según este político, practica respecto a los que no comulgan con las teorías de la crisis de sostenibilidad, aplicarían una política de cancelación negando otras opiniones o menos despreciándolas o calificándolas hasta de fascistas.

No sería casual que Trump, Bolsonaro o Milei coincidan en estas posturas, inclusive en algún caso (el expresidente americano) se podría deber a una simple ignorancia de la realidad, pero en cualquier caso se conforma alrededor de la necesidad de polarización en todos los campos, y en el de las energías renovables o la crisis climática sería otro espacio más como el tema del feminismo, la salud, la desigualdad, o el mercado de trabajo.

Lo más llamativo es que en el momento actual en el que hasta las empresas están más preocupadas, aunque más no sea por el impacto en su cuenta de explotación que representará la no aplicación de medidas correctoras para la descarbonización, inclusive que propuestas políticas “progresistas” – a las que me referiré a continuación, una cierta ultraderecha, que abarca un enorme abanico de posiciones, no quiera entender la magnitud de problema.

Posiblemente se pueda asociar este posicionamiento a intereses de determinadas petroleras – no todas, porque muchas de ellas están trabajando aceleradamente en procesos de descarbonización – que darían soporte directo a Trump, por ejemplo, o ciertas energéticas. No sería el caso de España, sin embargo, donde las energéticas y las petroquímicas están bastante comprometidas con los retos del cambio climático, aunque más no sea por la presión normativa de la UE, la decisión política del gobierno español, muy implicado en la transición energética justa, y a la fin por el precio que tendrán que pagar por los derechos de emisión.

Es por esa razón que se ha de entender que el debate sobre el cambio climático trasciende el marco ideológico y se instala plenamente en una perspectiva estratégica que afecta la naturaleza del propio futuro del planeta.

Por eso que llama poderosamente la atención el hecho que estas posturas coinciden con otras en teoría más fundamentalistas ligadas no a la negación del cambio climático, pero sí a la no implicación del territorio real en su solución. Nos estamos refiriendo en concreto a la posición de determinados posicionamientos ecologistas que niegan y el hecho que para poder realizar la transición energética es imprescindible algún tipo de sacrificio en relación con el uso del territorio ya que tanto las eólicas como las fotovoltaicas requieren una ocupación no siempre acorde a las necesidades del entorno, pero imprescindible porque sin esta aplicación física es prácticamente imposible producir un proceso de transición energética.

Muchos de los razonamientos parten del respeto del paisaje, de los riesgos para ciertas actividades económicas, y las más razonadas y fundamentadas las que se basan en el impacto que tendría sobre la biodiversidad de un entorno determinado.

A eso hay que sumar el problema de que la transición será más compleja que lo previsto, que el ritmo es excesivamente lento, que seguramente el uso de las energías no verdes (gas, nuclear) será más prolongado del que se podría desear, que no se están dotando de los recursos necesarios para superar esta situación, en fin, de un conjunto de condicionantes que requieren una reflexión más efectiva que a una simple declaración ideológica y a una expresión de buenas voluntades.

Pero ha de quedar claro que si no es posible acelerar los procesos como sería deseable, no por eso se ha de reducir los esfuerzos. Es el momento de mantener los objetivos, de definir una hoja de ruta clara, de establecer un modelo de seguimiento, monitoreo y evaluación y, si caso, de redefinir las metas, pero no de entrada renunciar a lo ya acordado o utilizar subterfugios para su no aplicación, aprovechando dificultades estructurales o coyunturales de implementación de medidas que en muchos casos son de una contundencia importante.

Por eso ahora cabe continuar trabajando en estas estrategias de combate al cambio climático con la fuerza necesaria para abordar las transformaciones tal como el entorno demuestra que es necesario. Renunciar a estos principios no es la solución, acordar soluciones sí, siempre y cuando quede claro que las finalidades no se han pervertido y que se requiere seguir avanzando en esa perspectiva de emisiones 0 en los plazos y términos previstos.