Blog de Héctor Santcovsky

un blog para reflexionar sobre política, sociedad y retos de futuro

4/1/12

Al entorno de la política líquida

Gracias al sociólogo polaco Zygmunt Bauman se ha podido construir un cierto constructio teórico que permite vislumbrar los efectos que está provocando un tipo de impacto de la postmodernidad. Este autor acuñó a finales de los 90 la definición de «modernidad líquida» para definir a la sociedad que venía, y ha ido agrandando y describiendo con mayor profundidad los efectos de lo que él llama “la modernidad de la posmodernidad” que se caracteriza por valores que impregnan la época que vivimos a los que denomina líquidos atendiendo al hecho que aquello que define las propiedades de esta materia: viscosidad, flexibilidad, inestabilidad, alto grado de cohesión para productos que se combinan entre sí con propiedades diferentes, capilaridad en sus efectos, volatilidad en puntos de “ebullición”, volubles y poco resistentes a fuerzas o materias contrarias….en fin una buena descripción de las conductas sociales y culturales más evidentes de la postmodernidad que con esta definición nos permite aproximarnos de manera más fehaciente. Además las conductas “líquidas” de la postmodernidad están caracterizadas por individualismo aislado y a veces egocéntrico, consumismo enorme, relaciones interpersonales poco sólidas y no comprometidas, relaciones interpersonales endebles, débiles, superficiales, vacuos, fugaces, etéreos, inconsistentes.
Su radical crítica a la inestabilidad de los valores se refuerza, obviamente, con la imagen de cambio constante que permite hoy en día el tratamiento de noticias y sucesos con un modelo televisivo “on line” y con la enorme capacidad de comunicación y transmisión viral que tienen las nuevas redes sociales que pueblan internet.
Donde no ha entrado aun este concepto con mucha fuerza, aunque es obvio que muchos analistas tiran de él cuando relatan lo que pasa actualmente en la comunicación de hechos políticos, es en la propia política. Está claro que, al menos en una perspectiva de “abusar” del término, estamos viviendo también un proceso de política líquida.
De hecho desde el momento que hablamos de candidatos como productos, de propuestas electorales atendiendo estrictamente a los targets, etc., parecería que estamos más cerca de dialogar con el ciudadano desde la perspectiva de un modelo postmoderno que desde una esfera con primacías de valores sociales, ideológicos y de comportamiento. EN paralelo se gobierna a golpe de encuestas, se construyen relatos con enorme y simplificada pobreza de argumentación, hecho que se complementa con la desnaturalización y judicialización de la política vigente. En síntesis contamos con un proceso casi letal desde el punto de vista de la legitimidad de la política en el contexto actual.
Pero no solo nos hemos de remitir a los momentos electorales. Gran parte de lo que “pasa” en la política está adquiriendo ese atributo de liquidez que Baumann con gran acierto ha descrito en el campo de las condiciones de vida, el arte o la propia comunicación.
La crisis actual en Europa sería un excelente ejemplo. Las noticias duran días. Hoy hay eurobonos, mañana no, pasado quizás. Hoy hay que salvar al euro, mañana hundir a Grecia, pasado dios proveerá. Hoy la prima de riesgo está a 500 y mañana a 300 y no pasaría nada. Todos estos hechos en su contexto político o económico no dicen nada nuevo de lo que pasa en la política y en la economía desde una cierta globalización. (y para eso hay que remontarse a principios de siglo). El tema es que ahora es todo paralelo, instantáneo, errático, “aideológico” - cuando en realidad lo es y mucho, pero eso será motivo de indicación más adelante y de otro texto – en fin reproducción de atributos: fragilidad, volubilidad, amorfismo, vacuidad de mensajes y valores, etc.
Es por eso que se hace muy complicado ver en la historia tiempos más líquidos políticamente hablando, que los actuales. El esquema es simple y poco constructivo de una realidad emergente, que parece que viene instalarse, y que requiere una elevación de nivel
- Los principios y posiciones son frágiles y endebles, efímeras, carentes de valores referenciales y ausentes de una ideología que marque perfil, en particular de iniciativas y estrategias de progreso.
- Se cree mucho más en el efecto sentimental que en el efecto racional, pero no en un sentido de inteligencia emocional, si no más bien en adhesión irracional.
- La información es obsoleta en cuestión de poco tiempo.
- La oposición se basa más en la descalificación que en la contra argumentación, casi como un reality show, inclusive con ciertas falsedades, obviamente – desde el punto de vista jurídico – como suposiciones.
- Los medios se alimentan en parte de esta carnaza mediática, por lo tanto solo interesan los escándalos sean de índole que sean: vale tanto la corrupción como la disensión en su aspecto más siniestro (historias personales, rencillas, rencores, etc.). Se utilizan el escándalo como reclamo, pero que no se engañe nadie, son utilizados para azuzar al adversario con dichos escándalos.
- En síntesis la política líquida ahonda en las miserias heredadas de lo más pobre del capitalismo: cultura de éxito, mercantilización de todo lo posible, exaltación del camino corto hacia la riqueza, banalización de las relaciones institucionales, calidad ínfima de la política institucional, pérdida casi total del interés de la ciudadanía por la cosa pública, liderazgos efímeros y limitados, cortoplacismo, legitimidad pobre y desestructurada. A la postre un nivel muy empobrecido de la política al uso.
Así, pues, la política se licúa en el sentido más concreto del término, como pierde fuerza su razonamiento y argumento, como se difuminan los bordes de su accionar, como sucumbe el discurso y el propio proyecto a la incerteza materializada en consignas vacuas, declaraciones genéricas, limitadas ambiciones concretas.
Es por eso que cuando se plantea recomponer las fuerzas de progreso no solo hay que pelear por una presencia si no también cabe rejarquizar las finalidades, reformular los esquemas y paradigmas que sostienen la legitimidad de las propuestas y proponer un modelo que permita ofrecer ilusión y compromiso para convertir en sólidas nuestros análisis, pero sobre todo nuestros retos, propuestas y formas de actuar e intervenir.