Blog de Héctor Santcovsky

un blog para reflexionar sobre política, sociedad y retos de futuro

26/12/11

De la crisis económica a la crisis política: reflexiones sobre la legitimidad en el contexto actual

Durante muchos años ha sido un tema constante de debate el tema de la legitimidad, y seguramente de Weber a Habermas estos temas han tenido una notoria presencia en el debate político para tratar de definir un concepto que muchas veces daba lugar a una equívoca definición y atribución de significado. En cualquier caso siguiendo a Dahl y Linz la legitimidad presupone que para los gobernados “procedimientos, actos, decisiones políticas concretas, funcionarios o líderes del gobierno poseen la cualidad de rectitud, decencia o bondad moral” y “que a pesar de sus limitaciones y fallos, las instituciones políticas existentes son mejores que otras que pudieran haber sido establecidas, y que por tanto pueden exigir obediencia".
En los últimos años la legitimidad se ha vuelto central en el debate. No solo se ha intentado superar la limitación de la legitimidad entendida en su concepción tradicional , si no que este concepto ha evolucionado hasta tener un importante peso, sobre todo cuando se intenta limitar los sistemas de legitimación a los sistemas tradicionales de validación electoral. Así pues junto a la legitimidad electoral existen un conjunto de atributos que complementan los sistemas de legitimación que derivan de las críticas más actuales. En ese contexto la aportación más interesante ha sido la de Habermas quien establece que la legitimidad significa hoy día la pretensión del poder político de ser reconocido no solo como legal, si no como correcto y justo, conceptos que se refuerzan en su teoría de la acción comunicativa.
La hipótesis que intentamos introducir es que los atributos esenciales hoy en día de los temas de legitimidad centrales son la confianza, el liderazgo, la credibilidad, la comunicación, dando un nuevo y más amplio sentido a la definición tradicional de autoridad y orden que el concepto ha tenido,
Ahora bien, a partir de lo últimos acontecimientos que han creado esta nueva crisis económica se podría afirmar que entre muchos de los efectos que tendrá en diversas esferas de la vida social, económica y política, quizás uno de los más importantes será aquello que afectará en el modelo de legitimidad de las democracias más avanzadas. Es por eso que no debería llamarnos la atención que la crisis económica acabará por transformar parámetros de los sistemas clásicos de legitimación, lo cual habrá de conllevar, inevitablemente, a la búsqueda de elementos de refuerzo de los sistemas actuales más efectivos.
¿Qué es lo que cambia? Sobre todo el cómo se creó un discurso sobre la crisis, cómo se la está abordando, y sobre todo como se vislumbran las salidas al problema.
Uno de los principales problemas que socava la posición política delante de esta nueva situación se debe, fundamentalmente, a la forma con que anteriormente a la crisis se trataba al mercado financiero. El hecho que nadie cuestionaba los derroteros, que cualquier crítica era definida como posición cavernaria, que se practicaba una papanatismo idolátrico a los “triunfadores del modelo”, ha ido creando un caldo de cultivo en el que la población en general ha ido cambiando su posición respecto a si realmente ese seguidismo – a la luz actual estéril – dio los resultados que se prometían, sobre todo si eran inevitables todos los planteamientos. En particular nos referimos a la destrucción de las industrias locales en aras de la globalización, o si no había más que opciones terciarias en la evolución económica del entorno. Aun así, si ese terciario era el único posible o había otras alternativas. El cambio ha sido tan radical que, tal como muchos sospechábamos, la postura de muchos dirigentes políticos ha girado de tal manera, que, donde antes eran todas loas a los “artífices del crecimiento” hoy solo quedan miradas soslayadas, que intentan decir “estaba obligado a decir eso para no ser (parecer) un altremundista”.
Es notorio observar que a todos aquellos que criticaban de una u otra manera ciertos funcionamientos poco ortodoxos del mercado basados en principios de ultraliberalismo fundamentalista, de loas constantes a las bondades - sea cuales fuera – de la globalización, y la actitud pasiva del estado tanto en temas de regulaciones como control severo de las prestaciones, hayan sido durante años calificados con diversos calificativos que normalmente apelaban a su posición retrógrada, miope, limitada o simplemente ignorante. (por suerte un directivo del citibank ha vuelto a poner las cosas en su lugar y les ha llamado comunistas sin más ).
Voces calificadas – Stiglitz, Krugman, Sen, etc. – eran simplemente criticados por alarmistas. Aparte es de destacar que los operadores de ese discurso, más allá de una posición “glamorosa” y muy a la moda, apelaban a interpretaciones de muy poco nivel intelectual, y como dicen la mayoría de los economistas de prestigio, de escaso o casi nulo rigor económico.
Los políticos, saliendo al rescate, seguramente imprescindible pero no por eso más comprensible por la opinión pública en general, de una situación que en muchos casos ha rayado la simple estafa han puesto en juego muchos valores que conformaban el núcleo duro de ese imaginario de legitimidad al que antes apelábamos. Algunas de las respuestas e ideas y muchos de los silencios de los dirigentes políticos han podido reforzar el cuestionamiento de la legitimidad al que hemos hecho referencia, Los más representativos, en este marasmo de declaraciones precipitadas, podrían ser todas las declaraciones precipitadas que se conformaron para no crear pánico en la población, y dar un cierto halo de esperanza, cuando en realidad la ciudadanía necesitaba críticas contundentes al sistema con el fin de reforzar el posicionamiento político de las dirección políticas, silencio que ha estado minando en muchos casos esa credibilidad necesariamente consustancial al ejercicio del poder. Algunas de las preguntas y afirmaciones que más han llamado la atención como las siguientes han dilapidado delante de la opinión pública muchos aspectos, ya por si debilitados por la crisis de desafección y desencanto que planea desde hace muchos años sobre la identificación hacia la política de buena parte de la opinión pública. Es por eso que muchas de esas preguntas han generado más dudas y desconfianza, debilitando así la legitimidad, que regeneración de credibilidad y refuerzo de liderazgo delante de la crisis. Po eso cabría reflexionar si esas preguntas eran pertinentes para reforzar el papel de los dirigentes en ese marasmo de descreimiento social que puede crear la crisis financiera actual:
 ¿Alguien sabría decir que querrá decir hoy en día refundar el capitalismo? ¿Sobre que cimientos y contra qué principios anteriores habría que trabajar? ¿Es factible que esta “refundación” pueda venir de la mano durante los últimos años solo han defendido la libre circulación de los capitales, la desregulación bancaria y las deslocalizaciones?
 ¿No tocaría retomar una idea muy expresada pero poco aplicada de recrear y redefinir una cierta ética de los negocios al complejo mundo de las finanzas?
 ¿Se podrá ser capaz de crear un argumentarlo que permita prever como las soluciones a las crisis de los mercados financieros – que se está expresando con una masiva inyección de recursos – se justifican delante de la población ? ¿no se percibían los síntomas más notorios? ¿Si lo de las stock options, las primas de ejecutivos, la burbuja inmobiliaria, las hipotecas basura, eran más que conocidas por todo el mundo, como es que no se tomaban las medidas pertinentes para atacar esos problemas?
 ¿Nadie caía en que el peso del salario en el pib de los países, había llegado en algunos casos a niveles del año 29’?¿No se era suficientemente consciente del aumento del empobrecimiento en amplias zonas del mundo, o la precarización del trabajo en el mundo desarrollado? ¿Qué otros síntomas hacían falta?
 ¿Se puede correr el peligro que una cierta “salvación” de los mercados financieros haya ir a costa de los programas sociales, más aun en el momento actual?
 ¿Esta forma de encarar las respuestas a la crisis no minarán la confianza y la credibilidad en el sistema y en la clase política? ¿Será factible rescatar una nueva forma de entender el liderazgo en ese contexto, donde se ve al Estado o pasivo o simplemente a remolque y cautivo de una rapiña desmesurada aplicada por un capitalismo financiero poco creativo y menos aun productivo?
Estas y otras son las preguntas que abundan en el pensamiento actual de muchos analistas políticos y economistas, y ha calado de manera significativa en la población que ve como se destruye su trabajo y se han licuado sus ahorros en bolsa.
¿Podría ser que la crisis económica provoca una nueva pregunta alrededor del sentido de la legitimidad democrática?
Pero de todo este análisis no queremos hacer una lectura analítico – económica sino comenzar a vislumbrar como estos factores están teniendo un impacto directo en el aumento del riesgo de la crisis de legitimidad democrática. Lo más delicado de este proceso es el efecto que tendrá sobre la legitimidad esta crisis.
En ese contexto será muy difícil trabajar la idea de legitimidad si lo visible del proceso no es realmente que se está construyendo un modelo que beneficia a la mayoría. Más aun cuando se publicitan los salarios de los directivos, o cuando se exhibe la situación de opulencia de las empresas y los servicios.
En este sentido la idea de confianza, credibilidad, liderazgo y autoridad, pilares del concepto de legitimidad, se hacen imprescindibles. Y en ese contexto se hace necesario interpretar de manera adecuada como construir un discurso propio de legitimidad democrática que permita visibilizar el interés general en la postura política de los gobiernos en su intervención en el proceso de recuperación económica que se ha de practicar en este momento.
Así pues, a más de reforzar la legitimidad en los conceptos clásicos, confianza, liderazgo, autoridad, credibilidad, debemos trabajar sobre otros conceptos, tal como aporta Rosenvallon, como proximidad, reflexión compartida con la ciudadanía e imparcialidad.
La crítica a los sistemas actuales de legitimidad exigen nuevos sistemas que permitan mecanismos de control y seguimiento por parte de la actividad ciudadana. Esta posición de vocación de conocimiento y control viene a reforzar el convencimiento que el veredicto de las urnas no puede más el solo patrón de la legitimidad.
Esto conforma una nueva exigencia ciudadana respecto a los gobernantes. En ese sentido se hace necesario buscar formas de legitimación que refuercen una cierta idea de “democracia permanente” y de democracia intermitente.
Estos aspectos se han de conformar bajo la idea de un modelo de democracia altamente participativa que, sin cuestionar si no más bien reforzar la democracia representativa devuelve la idea de interactividad entre poder y sociedad.
Es aquí que la aportación de Rosanvallon se nos hace sugerente bajo tres figuras de la legitimidad: imparcialidad, proximidad, complicidad con la ciudadanía y los agentes sociales.
La legitimidad de imparcialidad se impone como el respuesta a un problema que se podría formular así: es difícil por no decir imposible conformar un modelo de elección y decisión apropiado para todos los sectores. En ese sentido, y sin menoscabar la responsabilidad que deviene del propio ejercicio del gobierno desde las ópticas partidarias, son necesarias instituciones perfectamente independientes, como las autoridades de vigilancia o de regulación, en materia audiovisual o de mercados de capitales o de telecomunicaciones.
La segunda forma de legitimidad, se conformaría sobre el concepto de reflexión sobre el sistema, que se encarna en instituciones y de los mecanismos a corregir y compensar los déficits de la democracia electoral, en el que instituciones como el tribunal constitucional, los tribunales de cuentas, u otros organismos similares como los de defensa de la memoria histórica, los consejos económicos sociales, los consejos sectoriales, los consejos medio ambientales, etc., representan y dan vitalidad a la memoria colectiva y a la defensa de derechos fundamentales. Su papel es el de encuadrar la acción de las mayorías, activando una figura constituyente que no coincide exactamente con aquella que deriva de la acción legislativa, velando por el cumplimiento de los principios que han de regir muchas de las políticas que rigen en la sociedad. En este sentido también es el espacio en el que los actores sociales y los intelectuales pueden tener un papel estructurante en la construcción de dicha legitimidad.
Pero los modelos de legitimidad de imparcialidad y de reflexión se ha de reforzar con un modelo de legitimidad de proximidad que se traduce en la nueva necesidad de tomar en cuenta de manera singular la construcción de unas relaciones de complicidad, credibilidad, confianza y reconocimiento de liderazgo entre los ciudadanos y las instituciones. Encuentra su expresión más palpable en proyectos concretos que van desde las políticas de barrios a los de policía de proximidad, pero sobre todo a partir de las nuevas formas para emprender el sentido de las políticas públicas, que se manifiesta especialmente en los modelos y métodos para administrar la comunicación y para tomar en cuenta demandas y necesidades sentidas de la población de manera directa.
En este marco una de las ideas centrales que ha de reforzar las estrategias de comunicación pasa por una especial atención a los ciudadanos y por una jerarquización de una cierta ética de la proximidad, basada en la recreación de aspectos claves como la credibilidad, la confianza, la complicidad y la empatía con fuerte hincapié en las cosas que pasan en el territorio de la gente y en una perspectiva local.
La necesidad de reconsiderar el debate sobre la legitimidad a la luz de la crisis financiera y el papel que se ha podido jugar desde la política exige considerar como se profundiza en esta idea de “democracia permanente” en oposición a fórmulas de democracia intermitente como la que sería la remitida estrictamente al sistema basado en el momento electoral.
Esta lección es imprescindible de tenerla presente a la luz de lo que ha pasado recientemente. Cabrá reprensar la calidad de la relación e interacción entre gobernantes y gobernados, como comunicar, como visibilizar, como ejercer la responsabilidad de explicar las rendiciones de cuentas del ejercicio del gobierno, como mejorar los sistemas deliberativos, como extender procesos de participación como primarias, consultas y sistemas de participación, pero teniendo en cuenta la necesidad de excluir cualquier tentación de apropiación corporativa por los que podríamos llamar “profesionales” de la participación, que se abrogan la mayoría de las veces algunos sectores muy concretos
Es por eso que hoy en día cabrá repensar el sistema y modelo que ha de conformar un nuevo sistema de legitimidad a partir de esta crisis, encontrando nuevos caminos de reforzamiento de alianzas con la ciudadanía y de interacción con el conjunto de los actores sociales.
Dicho esto, uno de los debates centrales de la política en los próximos tiempos estará muy ligado a como se posicionan los liderazgos delante de los problemas reales de la ciudadanía. Es en ese contexto en el que será necesario afianzar un modelo de generación de confianza y complicidad que permita consolidar nuestras propuestas de mayor interacción con la sociedad y con la gente de manera directa, trabajando coherentemente el tema de la legitimidad, en la perspectiva de generar elementos que sirvan para reforzar la relación con la gente, y minimizar los efectos que, seguramente con razón, se han generado como consecuencia del efecto que la crisis económica ha tenido en la política.