Blog de Héctor Santcovsky

un blog para reflexionar sobre política, sociedad y retos de futuro

1/5/10

Grecia como pretexto: la construcción europea ante la crisis económica.

Grecia se ha convertido en noticia por varios factores. El principal es que lamentablemente estamos delante de una crisis de mucha envergadura que no afectará solamente a Grecia. Muchas de las situaciones que vive este país repercutirán en la economía, pero sobre todo en la política europea de los próximos años. Es por eso que el ataque feroz que sufre la economía griega denota muchas otras cosas que habría que analizar detenidamente.
La primera hace referencia a la construcción europea. Cuando los grandes países de Europa, los socios fundadores de la CEE tomaron la decisión de ampliar el espacio político partían de dos hechos: el mercado, sí, pero, también la necesidad de superar una larga historia política para superar los malos recuerdos de dos guerras mundiales que sumieron al continente en una situación irrepetible. En ese sentido la construcción europea también significó un elemento fundamental para la caída de los regímenes autoritarios del llamado “socialismo real”
Es por eso que no se entiende porque Alemania se ha mantenido tan firme en altas exigencias que lo único que hacían era debilitar el mercado financiero griego, y de retruque el propio europeo. Es cierto que la economía griega entró en la UVI, pero el Euro entró en una situación compleja de pérdida de valor delante del dólar y el yen, cosa que de rebote beneficia a las exportaciones europeas, pero perjudica el precio del petróleo y aporta inestabilidad a la confianza de los mercados. En fin, nunca llueve a gusto de todos.
Está claro que Grecia no había hecho los deberes. La ausencia del plan de rescate tal como lo pretendía el gobierno heleno solo hizo que poner más nerviosos al “mercado” y ha provocado una subida de los tipos de la deuda pública y una propia calificación de la misma hasta límites que una de las agencias de calificación lo ha definido como bonos basura. (No obstante no habría de olvidarse, por cierto, que son las mismas agencias que calificaban con triples y dobles A a los bancos de inversión, que en pocos días caían en descenso libre, pero no será este el espacio para el comentario al respecto).
Insistamos, Grecia no hizo los deberes. Vivió por encima de sus posibilidades. No tuvo rigurosidad fiscal. Se durmió en ser la frontera este de la OTAN. Es el último baluarte de la civilización cristiana delante de oriente. Lo que querramos apuntar valdrá como explicación. Pero por sobre todo, a la hora de la verdad se le ha dejado caer.
Se ha de recordar que, si bien su deuda es alta (del 113% de su PIB) otros países han hecho frente a niveles de deuda semejantes sin dramatizar la crisis. El propio USA está en una situación gravísima de relación entre su propia deuda y el PIB. La diferencia es el poderío americano, pero por descontado un mercado con alta capacidad de productividad, innovación y exportación, factores que en ningún caso reúnen las economías hoy día afectadas por la crisis.
Es por eso que para pensar en la solución de la crisis griega hay que pensarla en términos de construcción europea. La necesidad de demostrar que somos un solo proyecto se hace imprescindible, lo cual conlleva intentar ir decididamente al rescate de Grecia. Pero con el mismo énfasis la economía europea ha de tener capacidad de exigir a los países miembros, aun a costa de ciertas soberanías como las de sus propios bancos centrales, poder intervenir para reconducir situaciones que no solo ponen en riesgo la estabilidad del Euro, si no por sobre todo la propia realidad del proyecto europeo.
Ahí es donde se verá la talla del proyecto. Si todo lo reducimos a una ecuación económica, no vale la pena la continuidad. La dimensión política es lo que dará sentido al tema, y en ello tocará trabajar.
Es por eso que para construir una Europa de los ciudadanos, un proyecto realmente común que responda a anhelos, expectativas, necesidades y demandas de la ciudadanía mayoritaria, es imprescindible focalizar en los intereses comunes, en la capacidad de cooperación efectiva, en la visión de responsabilidad compartida, y en la renuncia, si hace falta, a una cierta soberanía decisional cuando el proyecto común entra en riesgo, como ha sido este caso. Los griegos también han de comprender que vivir alegremente tiene costes, y que el rescate que se plantea no ha de ser un juego de niños – como el que en el fondo ha sucedido en gran parte con la banca en la reciente crisis – a la espera de una nueva fallida, que ya los hermanos mayores vendrán en nuestro salvamento.
Es por eso que este contexto nos ha de dar herramientas y oportunidades para volver a debatir sobre la identidad colectiva, sobre la opinión pública europea, sobre como pasar el provincianismo que nos tiene sometidos, el superar el sálvese quien pueda cuando no va con uno, y a ayudarme cuando es su propia piel. Es por eso que, más allá de lo que pase con Grecia, no debemos olvidar la lección de pensar en la construcción europea para salva Europa.